por  Nicanor León Cotayo

Desde el triunfo de Donald Trump en las elecciones de noviembre último surgieron muchas interrogantes en ese y otros terrenos.

Una periodista de EFE, Sara Gómez Armas, comentó este jueves que, a partir del inicio del restablecimiento de nexos diplomáticos cubano-estadounidenses, “se han logrado avances notables”.

Esto sucede en la antesala de que el magnate Donald Trump asuma la presidencia de los Estados Unidos.

Uno de los ángulos sobre los que más se ha especulado gira en torno a la posible ruptura, o mantenimiento, de sus nexos con La Habana.

Portavoces de la ultraderecha de origen cubano asentada en Miami han intentado sabotear la asignación de fondos para la eventual apertura de una embajada de Washington en la isla.

Asimismo han advertido que pondrían zancadillas al nombramiento de su nuevo embajador en esta.

Pero, interroga la mencionada periodista de EFE, Gómez Armas, ¿hasta qué punto interesa revertir el deshielo diplomático con Cuba?

En apenas 24 meses, recuerda, se alcanzaron 18 compromisos bilaterales, tres firmados 48  horas antes de la cercana toma de posesión de Trump.

Al comentar eso último, ella subraya “la premura con la que ambos países han cerrado acuerdos desde el triunfo del multimillonario en noviembre.”

Valora aún más tal hecho cuando Trump ha favorecido revertir el acercamiento si Cuba no negocia un mejor acuerdo y hace concesiones en derechos humanos.

Pero más allá de esas amenazas, especialistas consultados por EFE indican algo muy significativo: la evolución del “deshielo” no choca hasta la fecha con las ideas del nuevo presidente.

¿Equivalente a decir más claramente?

La respuesta a esa interrogante corrió a cargo del presidente de la Academia de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Harvard, Jorge Domínguez.

“Los beneficios reales de las medidas de Obama son altos y buenos para Estados Unidos”, dijo el académico a EFE.
Después resultó aún más contundente al plantear, entre otras cosas, las siguientes:

Nuestros entendimientos para la conservación de especies protegidas, prevención de derrames de petróleo, en salud  e investigación, o  instrumentos firmados para combatir el narcotráfico, convienen a los dos países, “sin coste político alguno”.

Domínguez también opinó en su diálogo con EFE que el acuerdo en agosto sobre aviación civil permite reanudar  vuelos comerciales directos entre ambas partes, frenados desde 1963.

 Hasta aquí, señaló, las principales beneficiadas con tal paso fueron las aerolíneas estadounidenses.

Según Domínguez, las conocidas relaciones de Trump con el sector empresarial deslizan una gruesa piedra ante quienes pretendan anular la citada transacción.

Partiendo de esa lógica y de la conocida e inalterable política de principios aplicada por La Habana, podría formularse la siguiente interrogante:

En un tablero como el expuesto ¿tienen los sectores cavernarios de Washington y Miami la puerta dócilmente abierta para  imponer sus pretensiones contra Cuba?