Por: Roberto Morejón
Un invierno benigno, con noches frescas y días soleados, y una temporada seca con escasísimas precipitaciones sorprendió a los cubanos en 2017 para retomar las inquietudes ante la continuidad de la aridez.
La escasez de lluvias se prolonga por dos años y medio para sumar contratiempos a la cotidianidad de los ciudadanos y obstaculizar el desarrollo económico.
Algunos incrédulos esgrimen que durante la etapa húmeda de 2016 fueron más frecuentes los aguaceros, pero los entendidos aclaran que la mayor parte del agua cayó en periodos muy cortos y en zonas llanas y costeras, sin influir en los embalses, situados tierra adentro.
Es cierto que en Cuba, desde finales del 2012 se aprobó una Política Nacional del Agua con el objetivo de hacer un uso eficiente del recurso y afrontar en mejores condiciones los recurrentes períodos de sequía.
Bajo esa norma se trata de aumentar el cuidado de la infraestructura hidráulica, eliminar vertimientos residuales sobre fuentes de abasto y enfrentar ventajosamente situaciones extremas del clima vinculadas a inundaciones y sequías severas.
Pero el agua sigue sin caer en las cantidades necesarias, pues el cambio climático provoca una disminución de las lluvias en el Caribe.
En Cuba, el promedio de precipitaciones durante 2015 y 2016 fue de los cinco menores de los últimos 30 años. El 44 por ciento del área geográfica presentó déficit en el acumulado de lluvias durante el último año.
Los embalses no se cubren al tope. Por el contrario, muchos están en déficit, pues 11 provincias los tienen por debajo del 50 % de la capacidad de llenado.
Los expertos alertan que la sequía hidrológica se mantiene en algunos territorios y se intensifica en otros.
No es de extrañar entonces que más de 783 mil habitantes estén afectados de manera parcial y por encima de 54 mil de forma total.
En muchos barrios de ciudades cubanas el agua llega en días alternos y en otros el ciclo es más espaciado, como ocurre en Santiago de Cuba, uno de los territorios más castigados por la aridez, aunque el impacto es menos agudo porque el acueducto y los sistemas de abasto fueron modernizados.
Gracias a créditos blandos recibidos de varios países, las autoridades cubanas emprendieron labores para reducir los salideros en los conductos de provisión de agua en varias ciudades, como La Habana, pero el plan demorará en ejecutarse totalmente por su gran envergadura.
El 94,5 % de la población cubana tiene acceso al líquido apto para ingerir, pero, como se explicó, el suministro tiene dificultades, en primer lugar por la sequía.
Se impone aumentar la cultura del ahorro, hoy insuficiente, porque además el recurso es vital y finito para toda la Humanidad.