por Guillermo Alvarado

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció que en su proyecto de presupuesto para el año fiscal 2018 buscará un incremento del gasto militar del 9%, lo que significa una suma de 54 000 millones de dólares, una cantidad sin precedente en la última década y una evidente amenaza para la paz mundial.

Como hemos dicho en comentarios anteriores, el presupuesto de un Estado es mucho más que un programa económico o un documento contable. Es la fotografía más exacta de la naturaleza de un gobierno, de sus principios y propósitos, tanto a nivel nacional como en política exterior.

En este sentido, el pretendido incremento de los gastos de guerra del jefe de Estado norteamericano es una clara advertencia a todo el mundo de que en su programa de gobierno no está descartada la participación en un conflicto en gran escala, o de mantener a la comunidad internacional prisionera de un chantaje con la amenaza del uso de una fuerza militar colosal.

Ya en estos momentos el país norteño encabeza el gasto militar del planeta con unos 600 000 millones de dólares, suma desmesurada si se compara, por ejemplo, con el gasto ejecutado en esa materia por Rusia, con 66 000 millones; o del Reino Unido, 55 000 millones; o los 30 000 millones del presupuesto bélico de Brasil, el mayor de América Latina y El Caribe.

Los objetivos del presidente Trump los expresó sin ambages cuando dijo: “Debemos asegurarnos de que nuestros valientes soldados tengan las herramientas necesarias para evitar la guerra y, cuando sean llamados para combatir en nuestro nombre, ganar". Más claro, ni el agua.

Hasta ahora esto es un proyecto, que aún debe vencer meses de negociaciones en el Congreso, donde el partido Republicano domina las dos cámaras, y sin duda será modificado, paro ya es una declaración de las intenciones nada pacíficas del nuevo gobierno estadounidense.

Recordemos que Trump también aseguró que buscará que su país tenga plena supremacía en materia de arsenales nucleares, no sólo en cuanto a la cantidad de estas mortíferas armas, sino que también en la actualización de su tecnología.

De consumar este propósito, Estados Unidos podría desencadenar una nueva carrera armamentista atómica, con todos los riesgos que esto implica, ya no sólo para la paz sino que para la existencia de la vida en nuestro planeta.

Washington dispone en estos momentos de 1 367 ojivas nucleares desplegadas, es decir en condiciones de ser utilizadas; otras cuatro mil están almacenadas tanto en su propio territorio como en otros lugares del mundo, como Alemania, Bélgica, Turquía, Italia y Holanda, y hay 2 800 esperando a ser desmanteladas.

El poder destructivo de ese país es capaz de borrar a nuestra especie de la faz de la tierra, pero nada parece ser suficiente para el nuevo presidente que, todo indica, es capaz de llevar su consigna “América Primero” hasta el terreno de la muerte y los cementerios.