por Roberto Morejón
El secretario general de la OEA, el obstinado Luis Almagro, no se cruzó de brazos al serle imposible imponer en el Ministerio de Colonias la Carta Democrática contra Venezuela, y volvió a arremeter contra ese país, secundado por gobiernos conservadores.
En una ofensiva para cuestionar los pasos de las fuerzas democráticas y revolucionarias en Venezuela, Almagro lanzó un frenético ataque contra decisiones recientes del Tribunal Supremo de Justicia.
Este personaje, que alguna vez asumió el ropaje de la izquierda, actúa paralelamente a las presiones estadounidenses contra algunos gobiernos, a fin de alcanzar consenso para intervenir en Venezuela.
La OEA, Estados Unidos y gobiernos conservadores de la región vuelven a confabularse para, tras sumar a los que NO resistieron chantajes y extorsiones, cercar a un país soberano, independiente y revolucionario.
Los actores principales de esta conjura se apoyan en el avance de las fuerzas y gobiernos conservadores para conformar lo que acertadamente calificó la canciller venezolana, Delcy Rodríguez, de “concierto de la derecha regional”.
Ese avance ocurre en una época de dolorosas desapariciones físicas como las del venezolano Hugo Chávez y el argentino Néstor Kirchner y los intentos por mellar el prestigio del expresidente brasileño, Luiz Inacio Lula Da Silva.
La corriente conservadora y abierta al mercado se afincó en América Latina tras el golpe en Honduras contra Manuel Zelaya en 2009 y el de tipo parlamentario en Paraguay para desalojar a Fernando Lugo en 2012.
En el último año y medio fueron electos el empresario Mauricio Macri en Argentina, el exbanquero Pedro Pablo Kuczynski en Perú y en Brasil asumió Michel Temer gracias a un golpe parlamentario contra la presidenta constitucional Dilma Rousseff.
El declive de los precios de materias primas como el petróleo, la guerra económica contra Venezuela y una furiosa campaña de las transnacionales de la información contra figuras y proyectos de izquierda, completaron los factores a favor del conservadurismo.
Entre las consecuencias de esa corriente figura el debilitamiento de espacios de integración y los intentos de horadar los cimientos de otros así como el rescate de la OEA del foso de la ignominia.
Almagro se ofrece solícito, aunque torpe, porque ni aparenta ocuparse de puntos de la que debería ser su agenda hemisférica, como los asesinatos de periodistas y líderes medioambientales, la construcción de muros y las expulsiones de inmigrantes.
Los pueblos deben estar alertas porque la derecha y los centros de poder insisten en su embestida anti-venezolana.