Por: Guillermo Alvarado
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, realiza su primera gira por el exterior tras su investidura y escogió entre sus escalas nada menos que a Israel, donde aseguró que su visita representa “una rara oportunidad” para llevar la paz a esa convulsa región, donde millones de palestinos son sometidos a condiciones infrahumanas de vida por el régimen sionista.
Es verdad que hay cosas raras en este viaje, entre ellas la firma de un multimillonario contrato para proveer armas de avanzada generación a Arabia Saudita, uno de los países que encabezan la agresión contra Siria y mantiene una guerra muy costosa en vidas en Yemen, además de concitar una abierta y peligrosa ofensiva contra Irán.
Se trata de proveer armas al reino saudí por nada menos que 110 mil millones de dólares, el acuerdo militar más voluminoso rubricado hasta ahora por Washington.
Hasta los mismos aliados israelíes encontraron preocupante la transacción y así lo expresó el ministro de Energía de Israel, Yuval Steinitz, si bien sus críticas fueron pronto acalladas para no opacar la visita del presidente Trump.
Quizás para apaciguar los ánimos, las primeras palabras del jefe de Estado visitante apenas puso pié en Tel Aviv fue recordar el “vínculo indisoluble” que uno a ambos países y afirmar que “ama y respeta” a Israel.
Curiosa manera de ofrecer una alternativa de paz esa de expresar todo su apoyo justamente a quien más ha hecho durante las últimas siete décadas para sembrar y promover la violencia y el terrorismo.
El presidente Trump debería recordar que no hacen falta “raras oportunidades” para conseguir la paz en el Oriente Medio, porque el camino hacia la concordia está claramente diseñado y lo único que hace falta es la voluntad política, de su país en particular, y de toda la comunidad internacional en general, para recorrerlo.
La vía pasa por reconocer al Estado Palestino con todos los atributos de una nación independiente y soberana, con las fronteras que existían antes de 1967, cuando se desató la llamada “Guerra de los seis días”, que le permitió a Israel apropiarse de una gran cantidad de territorio ajeno y fortalecer la ilegal política de colonización.
Por cierto, pocos medios han señalado que la visita de Trump a su aliado incondicional coincide con las celebraciones que Tel Aviv realiza por el 50 aniversario de esa contienda que sumió a los palestinos en la miseria y los convirtió en extranjeros en su tierra.
La paz también pasa por el fin de los muros que han convertido a Cisjordania en el mejor ejemplo del apartheid sionista, así como por el levantamiento del bloqueo contra la Franja de Gaza, el mayor campo de prisioneros del mundo.
Cumplase también con convertir a Jerusalén este en la capital del Estado Palestino, y entonces la pacificación del oriente medio estará al alcance de la mano.
Como se ve, la ruta está trazada hace tiempo y no hace falta para nada inventar “raras oportunidades”. Se necesita nada más que Israel y quienes lo apoyan cumplan con los tratados internacionales, y de dejar de sembrar armas en una región que ya hoy día es un polvorín, incluso nuclear, y puede convertirse fácilmente en una hoguera que consuma a toda esa parte del mundo.