El Infierno Libio

Editado por Leanne González
2017-08-12 10:56:00

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foto de archivo

Durante muchos años Libia fue uno de los países más estables del continente africano con un elevado nivel de vida, numerosas fuentes de empleo, servicios de salud para la población y punto de atracción de migrantes de numerosos países, hasta que en 2011 potencias occidentales lanzaron una intervención destinada a deponer al gobernante Muamar Al Gadafi y convirtieron a esa nación en un infierno.

Intensos bombardeos ejecutados por la belicista Organización del Tratado del Atlántico Norte redujeron a escombros confortables ciudades y organizaciones irregulares armadas desde el exterior destruyeron las instituciones, fragmentaron el territorio y llevaron a la población a condiciones propias de la edad media.

En un balance optimista se puede decir que hay dos gobiernos que se disputan el poder, pero la realidad es mucho más compleja, pues numerosas bandas mantienen bajo su control áreas donde imponen sus condiciones, en ocasiones por medio de una gran brutalidad.

Entre los más afectados, como suele ocurrir en un conflicto de esta naturaleza, son los niños, muchos de los cuales perdieron a sus familias, se vieron obligados a desplazarse para salvar la vida y carecen de lo indispensable para crecer con aspiraciones a tener un futuro.

Recientemente el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, Unicef, informó que poco más de medio millón de menores necesitan ayuda urgente ante el caos y la inestabilidad ocasionados por la guerra impuesta desde el exterior.

El director de Unicef en el norte de África, Geert Cappelaere, denunció durante una visita a Libia que la extrema violencia obligó a decenas de miles de familias a abandonar su lugar de origen y que hay unos 80 mil niños atrapados en esta gran movilidad humana y que son víctimas de explotación y otros tipos de abusos.

Incluso, dijo el funcionario, hay muchos de ellos en centros de detención, tanto en los reconocidos por las fragmentadas autoridades, como en cárceles clandestinas que pululan por todo el territorio.

Desde el estallido del conflicto, Unicef ha sido casi la única institución que brinda asistencia a los infantes, incluidas campañas de vacunación para protegerlos de las enfermedades, pero este esfuerzo es insuficiente ante la magnitud de las carencias.

Si infames son las condiciones que sufren los infantes libios, peor aún lo son para los miles que tratan de cruzar ese país huyendo del hambre, las guerras y la violencia en otras regiones del continente.

El caos permite a mafias y traficantes aprovecharse de quienes se ven atrapados en ese país, sobre todo de los menores que viajan sin compañía de adultos, que son blanco favorito para la trata o la explotación laboral o sexual.

Hay quienes hablan de Libia como un Estado fallido, como si lo ocurrido allí fuese responsabilidad exclusiva de sus habitantes y no hubiese existido una grosera intervención militar extranjera.

En realidad estamos ante un Estado derrotado o, para ser más exactos, de un Estado inexistente y un ejemplo palpable de lo que puede esperarse de la voracidad de las potencias occidentales para quienes las personas son variantes descartables en su afán por controlar las riquezas naturales de países ajenos.

por: GA



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