Por Guillermo Alvarado (RHC)
Son muchos y tienden a reproducirse con preocupante rapidez los llamados grupos de odio, que predican el racismo, la supremacía blanca y la xenofobia en Estados Unidos y en los últimos meses tienden a ser cada vez más visibles, si bien hay algunos cuyo origen se encuentra en las raíces históricas de esa nación.
El tema salió a luz pública tras los sucesos ocurridos hace pocos días en la ciudad de Charlottesville, pero en realidad eso fue apenas una muestra de cómo esa sociedad porta en su seno, como huevos de serpiente, estas semillas malignas que la pueden dividir y fragmentar de no encarar con la energía suficiente ese problema.
¿Cuántos son y qué poder tienen en realidad estos grupos? Esa es la pregunta que muchos se hacen en realidad. De acuerdo con el Southern Poverty Law Center, una organización dedicada a la defensa de los derechos civiles, suman en la actualidad mil 600 las agrupaciones extremistas en Estados Unidos, aunque muchos no pasan de ser pequeñas camarillas sin mayor capacidad de acción.
Otras, sin embargo, cuentan con años de experiencia y sin duda la más conocida es el tenebroso Ku Klux Klan, cuyas siglas, KKK, sembraron el terror desde su fundación tras la derrota de las tropas racistas en la Guerra de Secesión en 1865. Al principio operó en el sur del país, pero tras sucesivas reorganizaciones se extendió a todo el territorio.
Su objetivo ya no son sólo los ciudadanos negros descendientes de esclavos como en los primeros años, porque su odio se extendió hacia los judíos, los inmigrantes y en la actualidad alcanza también a las comunidades gay, lesbianas, travestis y transexuales.
Su membresía se calcula entre cinco mil y ocho mil, pero ejercen influencia en muchos más en todo el país e incluyen grupos como Los Caballeros Blancos y los Caballeros Tradicionales de Estados Unidos. Quien se crea que el KKK es sólo argumento de historietas o películas del oeste norteamericano, está dramáticamente equivocado.
Menos conocida, pero quizás más insidiosa es la llamada “derecha alternativa”, conocida por la expresión “alt-right”, que se extendió rápidamente en el último año con el uso activo de las nuevas tecnologías, en particular el internet y las llamadas redes sociales.
Muchos la consideraron como la fuerza de choque de la campaña electoral del actual presidente, Donald Trump, aunque sus expresiones extremistas, incluido el llamado a realizar una “limpieza étnica silenciosa”, forzó al magnate a desmarcarse de ellos.
Es muy difícil calcular su membresía, pero varios conocidos políticos e intelectuales de extrema derecha están entre sus fundadores o ideólogos.
Existen también una variedad de grupos neonazis, entre los cuales figuran el partido American Nazi, el Movimiento Nacional Socialista y otros similares. Lo curioso de estas agrupaciones es que disfrutan del amparo de la Primera Enmienda de la Constitución y de la Corte Suprema de Justicia, en virtud de lo cual pueden exhibir símbolos hitlerianos, como uniformes y esvásticas, que en muchos países están prohibidos.
El común denominador de estos y otros es predicar la supremacía blanca, el racismo, la xenofobia, el odio a lo que es diferente o extraño. Lo peor de ello es que están creciendo y lo ocurrido en Charlottesville sólo es la punta de un iceberg que podría hundir a esa nación y afectar a todo el planeta, como ya ocurrió antes.