por  Nicanor León Cotayo

Luego que pasó el atroz ciclón, se multiplica la miseria entre muchos de sus obreros agrícolas. Así comentó recientemente desde Miami la periodista Brenda Medina.

En su testimonio asegura que lo acontecido les deja «sin empleo, sin comida, ni dinero para cubrir el alquiler».

Mencionó a Elvira Carvajal, funcionaria de la Asociación Campesina de Florida, quien ha recibido tantas llamadas telefónicas, que ya perdió la cuenta.

Se disculpa mientras agarra su celular, que suena con insistencia sobre el escritorio, narra Brenda desde Homestead.

Al otro lado de la línea, prosigue el testimonio, se escucha la voz de una mujer desesperada.
«Estoy llamando para saber dónde hay trabajo —casi implora la obrera agrícola—, no tenemos ni para comer».

Carvajal se encuentra impotente para ofrecer algo a la señora en el teléfono, ni a los cientos de personas más sin empleo en el sur de Miami-Dade.

Brenda opina que allí las zonas mayormente golpeadas son Florida City, Homestead y Redland, donde Irma arrasó cientos de acres de cultivo.

Ahora, añade, se aproxima una explosiva interrogante:

¿De dónde sacarán el dinero para comprar comida, hacer frente al pago del alquiler, la electricidad y el agua?

Brenda recuerda que estos damnificados son personas «muy pobres».  

Observadores hacen notar que, al menos por ahora, solo iglesias y asociaciones campesinas les han tendido la mano.

¿Y el Estado? Una asignatura todavía pendiente.

Sin embargo, hace pocos días, el testimonio de Brenda Medina definió el espectáculo de la siguiente manera:

Luego de ocho días sin electricidad, la mayoría de sus trabajadores agrícolas, con bajos salarios, sin hablar inglés, e incluso tampoco el español, están desesperados.

Fue entonces que El Nuevo Herald dejó caer un matiz arrollador:

«Las provisiones son limitadas por familia y se acaban rápido».

(CubaSí)