Por: Guillermo Alvarado
Durante las últimas horas le han dado la vuelta al mundo las imágenes asombrosas de la brutalidad policial ejecutada por el gobierno español, presidido por Mariano Rajoy, contra la población catalana que realizó este domingo una consulta pública para decidir sobre su eventual independencia y declararse una república soberana.
Guardias civiles y agentes de la policía nacional, equipados como para ir a la guerra, arremetieron contra las personas que intentaban depositar su voto para responder a la pregunta: '¿Quiere usted que Cataluña sea un Estado independiente en forma de república?'.
Siguiendo órdenes de Madrid, los uniformados rompieron ventanas y puertas en los colegios electorales y consiguieron confiscar las urnas en unas 400 instalaciones, además de contener con exceso de fuerza a quienes trataban de sufragar, lo que dejó como resultado casi 900 personas heridas.
Aún así, las autoridades catalanas informaron que más de dos millones 262 mil ciudadanos lograron votar, de los cuales el 90 por ciento respondieron si a la independencia y 7,87 prefirieron mantenerse como parte de España.
Si bien el resultado es favorable para las autoridades catalanas que impulsaron la consulta y que recibieron el apoyo de cientos de miles de personas en toda la región catalana, el que pasará a la historia como el gran perdedor de la jornada es el gobierno de Rajoy, al que numerosos sectores, dentro y fuera de ese país europeo, critican con dureza por la brutalidad de la policía.
Y es que, quizás sin darse cuenta, el presidente del ejecutivo desde que comenzó sus acciones para tratar de impedir el referendo, que incluyó la detención de funcionarios públicos y el decomiso de material electoral, no hizo sino trasladar el centro del debate, que pasó de la pelea por la soberanía al derecho elemental de opinar, o la libertad de elegir.
Para muchos este domingo en Cataluña ya no fue ocasión de votar si o no, sino simple y llanamente de tener derecho a votar, algo que en Madrid no tuvieron las luces suficientes para advertir.
Como dijo el líder de izquierda y excandidato presidencial francés, Jean-Luc Mélenchon, el Estado español perdió la sangre fría. El primer ministro de Bélgica, Charles Michel, agregó que la violencia nunca puede ser la respuesta.
A estas alturas muchos nos hacemos las siguiente pregunta: ¿si las espeluznantes imágenes de policías españoles apaleando a hombres, mujeres y ancianos hubiesen ocurrido por casualidad en Caracas, La Paz, Quito o Managua, que estaría ocurriendo en estos momentos en la ONU o la desprestigiada OEA?
En estas capitales esto nunca va a ocurrir, pero por si acaso, ¿no estaría justo ahora preparándose una “intervención humanitaria” para proteger a la sociedad civil?
Quizás las consecuencias de la desafortunada decisión de Rajoy de emplear de esa manera a la policía no las definió tan bien ningún político, como lo hizo un futbolista, Gerard Piqué, cuando aseguró que después de la triste jornada de este domingo jamás los catalanes se han sentido tan separados de España. FIN