Por Guillermo Alvarado
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, retornó a la compleja realidad de su país luego de una gira de dos semanas por Asia, donde lo más destacado fue quizás la ratificación de su abandono de cualquier tratado multilateral de comercio y la aplicación de una política económica de tipo radicalmente proteccionista.
Comenzó el mandatario por dos países aliados de la Casa Blanca, Corea del Sur y Japón, para continuar luego por China, su rival más fuerte en materia comercial y serio aspirante a desplazar a Estados Unidos como principal potencia económica,
Hay que señalar que en estas primeras etapas el jefe de Estado norteamericano evitó actitudes o palabras provocadoras y canceló una anunciada visita a la zona desmilitarizada que separa a las dos coreas, sea porque lo aconsejaron bien o porque se percató de los riesgos de un gesto fútil e innecesario.
Las serias divergencias en cuanto a la visión del mundo y las relaciones internacionales, sin embargo, afloraron durante la estadía del presidente Trump en Vietnam, donde participó en el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico, APEC, escenario en que reiteró su abandono del multilateralismo y reclamó con brusquedad a sus homólogos que busquen ellos su propio bienestar.
Resultó chocante que precisamente Estados Unidos, que ha financiado su desarrollo con la explotación y robo de los recursos de otros países, clamara allí un comercio justo y equitativo y su gobernante asegurase que no está dispuesto a soportar “abusos” crónicos, como si no fuese esa su práctica habitual.
Contrastó por completo el discurso de su homólogo chino, Xi Jinping, quien defendió el libre comercio multilateral, señaló que la globalización es un fenómeno irreversible y aseguró que el desarrollo de su país tendrá un efecto beneficioso en las economías menos desarrolladas de todo el mundo.
La última etapa de Donald Trump fue Filipinas, sede de la Cumbre de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, donde debía pronunciar un discurso que fue cancelado con el pretexto de que la reunión estaba muy atrasada y dejó en su lugar al secretario de Estado, Rex Tillerson.
Excepto la firma de acuerdos bilaterales con China por unos 250 mil millones de dólares, se trató de un viaje con un perfil bastante bajo, si bien durante su ausencia ocurrieron en Estados Unidos eventos de gran connotación.
Uno de ellos fue una nueva masacre, esta vez en una iglesia en Sutherland Springs, estado de Texas, que dejó 26 muertos y 20 heridos y reavivó el debate sobre la falta de controles para la venta de armas, un tema que el presidente insiste en eludir por presiones de la industria bélica y la poderosa Asociación Nacional del Rifle.
Otro evento fue la derrota de los republicanos, la primera ante el partido Demócrata desde los comicios presidenciales de 2016, en las elecciones para elegir gobernadores de Virginia y Nueva Jersey, así como otros cargos locales.
Trump evidentemente está más cómodo en el extranjero que en su propio territorio, donde crece el descontento hacia los resultados de su gestión, que realmente tiene poco que demostrar, como no sea en el campo del histrionismo y la política a nivel de espectáculo de dudosa calidad y escaso gusto.