Por: Roberto Morejón
La industria azucarera cubana inició la zafra correspondiente a la etapa 2017-2018 en condiciones difíciles, porque aún deben resarcirse los daños causados por el huracán Irma en septiembre y los efectos de la sequía de los últimos tres años.
El mayor número de las más de 50 fábricas de azúcar programadas para la molienda arrancará en la primera quincena de diciembre.
No obstante, los cortes de caña ya se iniciaron en plantaciones que tributan a una industria de la occidental provincia de Mayabeque.
El fenómeno meteorológico dañó sembrados e incidió sobre más de 20 fábricas, llamadas aquí ingenios o centrales, cuyos techos en algunos casos volaron con los fuertes vientos.
Después del paso del meteoro miles de trabajadores de la industria laboraron sin descanso para restañar los perjuicios y en algunos centrales continúan su bregar.
A esas circunstancias se añade el recrudecimiento del bloqueo por la administración del presidente estadounidense Donald Trump, por lo que los azucareros fueron exhortados a realizar un esfuerzo adicional en pos de mayor eficiencia.
La máxima de producir y crecer, pero de forma competitiva sigue como bandera de los experimentados agricultores y obreros del ramo, conocedores de la importancia de aumentar las entregas del dulce cuando los precios tuvieron un repunte.
Técnicos de la esfera insistieron en aumentar el rendimiento de toneladas de azúcar obtenidas por cada hectárea de caña sembrada y cosechada, un viejo problema en Cuba, donde los indicadores de ese tipo son muy desiguales por regiones.
Se trata de un problema con incidencia en las anteriores cosechas, como en la última, correspondiente a la etapa 2016-2017, finalizada en mayo con el cumplimiento de 86 por ciento del plan.
Si bien aumentó la productividad, la sequía, indisciplinas tecnológicas, el alto nivel de roturas y las malas operaciones en la industria tuvieron su efecto desfavorable en los aportes de azúcar en la recolección precedente.
Los cubanos también hacen frente a la obsolescencia en los equipos de las fábricas y a la insuficiencia transitoria de algunas piezas de recambio, pues la modernización requerida impone gastos cuantiosos hoy imposibles de ejecutar.
Con esas dificultades deberán lidiar los azucareros cubanos en la zafra recién iniciada, aunque a su favor cuentan con decenas de tractores nuevos para operar en las plantaciones y una creciente presencia de cosechadoras mecánicas que humanizan la faena.
Con esas ventajas y perjuicios enfila la industria azucarera su nueva temporada agrícola y productiva, sin renunciar a alcanzar una rama eficiente, diversificada, sostenible, flexible y aportadora de ingresos en divisas a la economía.