Por: Guillermo Alvarado
Un nuevo escándalo internacional detonó esta semana cuando se difundió que en pleno siglo XXI miles de seres humanos son vendidos en subastas coordinadas por organizaciones dedicadas al tráfico de esclavos, utilizando como materia prima a quienes buscan huir del hambre, las guerras y las sequías que azotan a extensas regiones de África.
Este penoso mercado de personas está en Libia, lo que no resulta muy extraño si tomamos en cuenta que con el pretexto de “devolverle” la democracia a ese pueblo las potencias occidentales los mandaron a la edad media, pero con armas y tecnologías destructivas de la actual.
Pero hay algo todavía más doloroso en este asunto, y es que de acuerdo con numerosos testimonios, muchos gobiernos de ese continente y de Europa tenían conocimiento del atroz destino de muchos que trataban de arribar a las costas del mar Mediterráneo, y de allí cruzar hacia lo que avizoraban como una nueva tierra prometida, donde lo sueños podrían hacerse realidad.
Lo que encontraron fue una pesadilla, pues en la destruida y pulverizada Libia pululan bandas que se dedicaron a capturarlos, internarlos en campamentos clandestinos y luego venderlos como ganado.
Entre los muchos que ahora gritan escandalizados, hay quienes lo supieron siempre pero callaron hasta que las imágenes recorrieron el mundo, revelando cómo las subastas se realizan con total impunidad.
Organizaciones sociales y las mismas víctimas habían denunciado hace tiempo que jóvenes africanos en su paso por Libia son secuestrados, golpeados, vendidos como esclavos, o chantajeados.
Ahora que el escándalo es mundial, la Unión Europea, la ONU y la Unión Africana comienzan a reaccionar y decidieron como primera medida vaciar estos campos de prisioneros y perseguir a las bandas de traficantes, dos cosas que se ven complejas.
En las próximas semanas unos tres mil 800 migrantes subsaharianos que ahora están en condición de esclavitud serán repatriados, pero eso apenas es una gota de agua.
De acuerdo con la Organización Internacional para las Migraciones, entre 700 mil y un millón de personas están atrapadas en Libia en unos 42 campos controlados por las milicias armadas que la intervención de la OTAN dejó por todo ese territorio.
Además de su rescate de estos grupos, hay otras dificultades adicionales, como lograr que los gobiernos de sus países de origen les extiendan la documentación necesaria y garanticen su acogida en condiciones dignas, lo que implica resolver temas espinosos, como vivienda, atención sanitaria y trabajo.
En muchas naciones africanas simple y llanamente no existen condiciones para recibir un volumen grande de migrantes, sobre todo porque muchos de ellos salieron huyendo de la persecución política.
La situación es complicada y requiere de un compromiso internacional amplio para salvar a cientos de miles de humanos que hoy no valen más que las escasas monedas que paguen por ellos en el más infame de los mercados, que algunos creían ya sepultado en las arenas de la historia.