Amplia condena a decisión de Trump sobre Jerusalén

Editado por Martha Ríos
2017-12-12 14:26:42

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El mundo rechaza la postura de Trump. Foto: Archivo

Por Guillermo Alvarado (RHC)

Las críticas continúan lloviendo sobre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, por su decisión de reconocer a Jerusalén como capital de Israel, con lo cual quedó al borde de la explosión la precaria paz que existe en esa zona y se pone aún más cuesta arriba la aplicación de los acuerdos alcanzados hasta ahora.

Aún cuando se sabe que es complejo de implementar, los sectores más sensatos de la comunidad internacional reconocen que la única solución a ese conflicto, emanado de la partición arbitraria del territorio palestino, es la creación de dos estados soberanos, con las fronteras anteriores a la guerra de 1967 y que compartan Jerusalén como capital, Palestina en el sector este e Israel en el resto de la ciudad.

Este acuerdo, reconocido en una resolución de la ONU, no se ha convertido en realidad por el empecinamiento de las autoridades sionistas en no aceptar un eventual Estado Palestino, devolver los territorios ocupados y convivir en paz con sus vecinos.

Por el contrario, ante el rechazo mundial, se mantiene la política de ocupación de nuevas áreas por medio de la construcción de colonias ilegales, la expulsión de familias de terrenos que ocuparon durante cientos de años y el inhumano cerco contra la Franja de Gaza, devenida campo de prisioneros donde se aplica con frecuencia la fuerza militar contra quienes allí viven hacinados, faltos de casi todo lo indispensable y sufriendo las consecuencias de la destrucción de la infraestructura, la economía y el empleo.

En esta situación, reconocer a Jerusalén como capital de Israel equivale a quitar la espoleta de seguridad a una granada en un cuarto lleno de explosivos y los últimos días han demostrado cómo la violencia viene en espiral, no sólo en esa región sino en otras partes del planeta.

Numerosos muertos y heridos se han registrado durante cinco días de manifestaciones realizadas en Cisjordania, Turquía, Marruecos, Indonesia y Afganistán para condenar la política de Trump hacia Jerusalén.

En el Líbano, donde viven unos 450 mil refugiados palestinos, muchos de ellos descendientes de los que fueron expulsados de sus hogares cuando se creó el Estado israelí en 1948, la policía dispersó por la fuerza a manifestantes que se pronunciaron en las afueras de la embajada estadounidense.

La Liga Árabe, la Unión Europea, el secretario general de la ONU, la iglesia copta de Egipto y El Vaticano, entre otros, han urgido a la Casa Blanca reconsiderar una medida con un potencial dañino percibido por todos, menos por Trump y el primer ministro sionista Benjamin Netanyahu, los únicos en pensar que este es un paso hacia la paz, como no sea que estén pensando en la sombría paz de los cementerios.

Como ya dijimos una vez, nadie está más interesado en una guerra en el Oriente Medio que Netanyahu, cercado por varios escándalos de corrupción, mientras para Trump esta es una excelente cortina de humo que aparta la mirada del mundo de sus fracasos en política interna, donde sigue sin dar pié con bola en los umbrales de un año crucial, el 2018, cuando habrá importantes comicios legislativos.      
 

 



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