Por: Roberto Morejón

Gran parte de la comunidad internacional desafió las brutales amenazas de represalias de la administración estadounidense al adoptar una resolución en la ONU, por abrumadora mayoría, en rechazo a la decisión del presidente Donald Trump de designar a Jerusalén como capital de Israel.

Si bien la moción NO es vinculante tiene la virtud de establecer la invalidez del cambio de estatus de la Ciudad Santa como pretende imponer Washington junto a su fiel aliado de Israel.

Por 128 votos a favor, nueve en contra y 35 abstenciones la Asamblea General de la ONU afrontó a Trump, al subrayar que el futuro de Jerusalén debe ser negociado entre palestinos e israelíes y NO impuesto por una de las partes, como procura Tel Aviv, con el apoyo del magnate neoyorquino.

Enojados y amenazadores reaccionaron los representantes de la administración del país norteño ante el desenlace de los debates en el organismo multilateral y lo que constituye, con certeza, un duro golpe diplomático.

Hasta países cercanos a Washington como Egipto, Francia, Gran Bretaña, Jordania, Irak y Alemania emitieron el sufragio a favor de la propuesta presentada en el foro de Nueva York.

Un régimen en trance como el de Honduras, sacudido por un pregonado fraude electoral, se plegó a las advertencias de la Casa Blanca y se opuso a la resolución de la ONU.

Antes y después del justo pronunciamiento de la Asamblea General, tanto Trump como su enfurecida embajadora en el organismo Nikki Haley presionaron cuanto pudieron, sin lograr el freno de la condena.

Dada la arrogancia característica del señor Trump, nadie duda de que hará efectiva sus advertencias de reducir ayudas externas a países que se manifestaran contra la decisión de Washington de reconocer a Jerusalén como capital de Israel.

Pero el mundo asume con indignación el lenguaje y acciones propias de una política de garrote, con desprecio hacia la independencia y soberanía de los Estados, pues en Estados Unidos prevalece la filosofía de que “si NO estás conmigo estás contra mí”.

La intimidación también fue enfilada contra la ONU al advertirle sobre un corte del financiamiento, a manera de burdo chantaje.

Nadie parece quedar libre del gobernante estadounidense, quien unas horas antes manifestaba su euforia por aprobarse en el legislativo de su país una polémica reforma tributaria que rebajará las obligaciones de los más ricos.

Mientras analiza los países que sancionará, el señor Trump debería tomar nota de que después de la votación en la Asamblea General de la ONU el espejismo de que Estados Unidos es un supuesto mediador imparcial para el conflicto en el Medio Oriente, se hizo añicos.