Por: Guillermo Alvarado
Con la buena noticia de que la economía global creció el año pasado, pero la pésima nueva de que la mayor parte de la riqueza se queda en las manos del uno por ciento de la población, gobernantes de varios países, jefes de grandes corporaciones, directivos de las principales organizaciones internacionales y algunos invitados, comienzan en la ciudad suiza de Davos el foro anual en el que son perennes ausentes los pobres y desposeídos.
Conocido como “Foro Económico Mundial”, se celebra desde 1971 fundado por el ingeniero y economista alemán Klaus Schwab, a la sazón de 31 años, con la premisa de que Europa redujera su retraso en el desarrollo respecto a Estados Unidos.
Era, en efecto, la ocasión de que empresarios, banqueros y dirigentes del viejo continente aprendieran de sus homólogos estadounidenses sobre las modernas técnicas de cómo ganar más, gastar menos y explotar mejor a sus trabajadores.
Davos adquirió fama a finales del siglo XIX y principios del XX por la cantidad de sanatorios para tratar la tuberculosis allí asentados y que sirvieron de inspiración a Thomas Mann para su monumental novela “La Montaña Mágica”.
Desde su fundación, la cita sólo se ha celebrado en una ocasión fuera de allí, en 2002, cuando la sede fue la ciudad estadounidense de Nueva York, en una especie de solidaridad con esa urbe tras los atentados terroristas contra las torres gemelas del Centro Mundial del Comercio, ocurridos el 11 de septiembre de 2001.
Para este año quizás lo más notable sea el nombre del encuentro, “Crear un futuro compartido en un mundo fracturado”, muy realista pero poco creíble que de una reunión de este tipo vayan a aportar soluciones prácticas.
Ya solo los precios a pagar nos hablan del tipo de personas que pueden participar en el foro, que consta de unas 400 sesiones durante cuatro días de actividades. La inscripción cuesta cerca de 20 mil dólares, una noche en una habitación de hotel de mediana categoría, sin baño privado, se paga entre 400 y 600 dólares. Sumados viaje, alimentación y otros gastos, el total puede salir, lo más barato posible, en 40 mil dólares, a menos que se trate de un invitado de lujo.
En Davos se discute de todo, por supuesto de economía, pero también de geopolítica, historia, negocios, tecnologías, estrategias, ciencia y hasta de religión y vida familiar.
Es un lugar para ver y ser visto, una especie de pasarela de millonarios y famosos del mundo del comercio y los negocios, a donde en ocasiones se invita a algunos países pequeños en términos económicos. Este año estarán allí los presidentes de Brasil, Michel Temer, y de Argentina, Mauricio Macri, acaso para demostrarle a sus maestros lo bien que están aplicando el modelo neoliberal en sus países.
Por supuesto que todo el mundo aguarda la presencia del imprevisible gobernante estadounidense, Donald Trump, en un evento cuidadosamente organizado en un sitio aislado, fácil de proteger, agradable y lejos del espectáculo de las grandes masas de pobres y hambrientos que, en un mundo donde la economía crece, son cada día más desposeídos y despojados, salvo raras y honrosas excepciones. FIN