¿El Banco Mundial se confiesa?

Editado por Lorena Viñas Rodríguez
2018-01-27 17:30:00

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Foto:Archivo

Por: Guillermo Alvarado

Esta semana se produjo la renuncia de Paul Romer, economista jefe del Banco Mundial, BM, tras el escándalo desatado cuando reconoció que durante casi cuatro años la entidad estuvo difundiendo informaciones falseadas acerca del desempeño económico y financiero de Chile, con el propósito de afectar la imagen del gobierno de la presidenta Michelle Bachelet.

Romer confesó que en el informe periódico conocido como "Haciendo Negocios”, Doing Business en inglés, se le dio intencionalmente una calificación negativa a la nación sudamericana durante el mandato de Bachelet, todo lo contrario a lo que ocurrió durante la primera administración de Sebastián Piñera, entre 2010 y 2014, quien siempre recibió una nota positiva.

No se trata de una jugada inocente, porque este es un indicador muy seguido en el mundo de las finanzas en el planeta y un índice negativo generalmente se traduce en una baja en el monto de las inversiones extranjeras directas o una abierta reticencia para mantener relaciones comerciales abiertas con el país concernido.

Es decir que ni más ni menos, el Banco Mundial, que es junto con el Fondo Monetario Internacional una de las principales instituciones multilaterales de crédito del mundo, estuvo intencionalmente boicoteando la economía chilena, lo que rebasa el tema de la ética y puede tener implicaciones legales, en caso de que las autoridades de Santiago de Chile decidieran emprender este camino.

No se trata nada más de la difusión de informes “inmorales”, como dijo algún alto funcionario chileno, sino de una maniobra dirigida a causar daño real a un país miembro de la entidad.

El director del BM, Jim Yong Kim, anunció que aceptó de inmediato la renuncia de Romer y que se hará efectiva sin ninguna demora, pero el asunto no debiera parar allí.

Ya la presidenta Bachelet exigió al Banco que realice una investigación exhaustiva dada la gravedad del caso, y que se llegue hasta las últimas consecuencias.

El caso es que ya sabíamos que se trata de una institución que tiene muchas cuentas que pagar en el mundo. Recordemos que a finales del siglo pasado aprovechó su influencia para imponer ruinosos modelos neoliberales en naciones pequeñas y con economías dependientes, lo que se tradujo en la caída de millones de personas en la más oprobiosa miseria.

Ahora se revela como una entidad tramposa, que miente para perjudicar a gobiernos que no son de su gusto, lo que da al traste con cualquier mínimo de credibilidad que pudiese quedarle.

No se trata nada más de un problema entre Chile y el Banco Mundial. Lo ocurrido puede afectar a cualquiera de los 190 países que están afiliados a él, por lo que será conveniente de ahora en adelante leer con extremo cuidado cualquier análisis que haga, sobre todo cuando se trate de gobiernos que no agraden, o convengan, a las principales potencias, de manera particular a Estados Unidos.



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