Por: Roberto Morejón
El presidente estadounidense, Donald Trump, lanzó ásperos ataques contra varios países en su reciente mensaje al Congreso, pero ignoró escandalosa e intencionalmente la situación catastrófica del Estado Libre Asociado de Puerto Rico.
Profunda decepción manifestaron puertorriqueños víctimas de la devastación provocada por el paso de dos huracanes en menos de dos semanas a fines de 2017.
Quienes así se pronunciaron adujeron tener esperanzas de que el gobernante solicitara al legislativo una asistencia adicional para el arrasado territorio, cuyo sistema de electricidad sigue desarticulado.
Puerto Rico busca aún recibir un trato igualitario para avanzar en su reconstrucción, a pesar de que 42 por ciento de su economía resultó dañada.
El gobernador Pedro Rosselló admitió que NO han sido tratados de la misma forma que los estados norteamericanos afectados por huracanes y otros cataclismos.
El representante colonial solicitó a Washington una ayuda de 94 mil millones de dólares y la inclusión de la isla en el programa de reforma tributaria aprobado a instancias de Trump, pero aún espera respuesta.
En la llamada Isla del Encanto, mientras tanto, los ciudadanos que perdieron viviendas y empleos expresan impotencia ante tanta calamidad.
Centenares de personas hacen fila a las puertas de las 12 oficinas públicas donde atienden con pasmosa lentitud las solicitudes de ayuda por desempleo.
Muchos puertorriqueños denunciaron que con motivo del cruce de los huracanes se pusieron al desnudo las dos caras de Puerto Rico, la de un Estado próspero destinada a los turistas y la otra, la de un territorio sumido en la pobreza.
Todos recuerdan que el presidente Donald Trump aseveró despectivamente que los equipos de ayuda enviados con motivo del azote de los huracanes NO podían permanecer en Puerto Rico para siempre.
Su administración fue acusada de responder lentamente a la catástrofe natural en el país caribeño y el propio magnate neoyorquino viajó a San Juan dos semanas después del impacto.
En su efímera permanencia trató de minimizar el alcance de los daños causados y en gesto incivilizado y grotesco lanzó al aire envoltorios de papel sanitario como supuesta “ayuda” a los damnificados.
Ni siquiera porque Puerto Rico se hunde por el peso de una deuda externa ascendente a 72 mil millones de dólares, la administración en Washington se manifestó solidaria hacia lo que el gobernador Pedro Roselló calificó de crisis humanitaria.
Mientras los puertorriqueños agobiados emigran hacia la Unión, Trump desoye sus demandas y dedica su tiempo a intervenir en los asuntos internos de otros países, a los que les endosa una terminología raída, propia de una retórica acuñada en la guerra fría.