Por: Guillermo Alvarado
La Casa Blanca y otras sedes del poder en Estados Unidos viven en un permanente clima de caos desde el arribo del presidente Donald Trump, quien no cesa de enviar señales contradictorias que sorprenden no solo a sus rivales y opositores, sino que en ocasiones desconciertan a sus propios cercanos colaboradores, que poco a poco van poniendo distancia con su imprevisible jefe.
Hace pocas horas le tocó el turno al propio vicepresidente, Mike Pence, a quien Trump contradijo públicamente durante una reunión bipartidista donde se analizó el tema del control de armas, sobre todo hacia personas que tienen problemas mentales.
Pence había defendido la tesis de garantizar el “derecho” de estos ciudadanos a poseer armas y mantener el principio del “debido proceso” antes de limitarles el acceso a estos pertrechos mortales, lo que también va en línea con la Asociación Nacional del Rifle.
Sorpresivamente, el presidente arremetió contra estas ideas y reclamó que primero hay que arrancar las armas de las manos de quienes padecen disturbios psíquicos, y luego sólo después garantizar sus derechos legales.
Recordemos que Trump es muy amigo de las generalizaciones. Para el, si un inmigrante comete un delito, entonces todos los inmigrantes son delincuentes. Si un psicópata perpetra una masacre, entonces todos los autores de matanzas colectivas son psicópatas y hay que desarmarlos. El hecho de que los fusiles de asalto se vendan como desodorantes en un mercado, no significa nada para el presidente.
No se sabe aún si el vicepresidente Pence reaccionará ante las palabras de Trump, pero quien sí lo hizo fue otro agredido en las últimas horas, el Procurador General de Justicia, Jeff Sessions, a quien se le reclamó por no utilizar a sus propios fiscales para investigar la supuesta intromisión rusa en las últimas elecciones presidenciales.
Trump calificó de “vergonzosa” esa actitud y el Procurador le respondió que su departamento dio un paso correcto y hace su trabajo de forma justa e imparcial, en total apego a las leyes del país.
Todo esto matizado por la renuncia de la directora de comunicaciones de la Casa Blanca, Hope Hicks, quien esta semana tuvo que enfrentar una audiencia de más de ocho horas ante el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes en torno a la dichosa supuesta injerencia rusa en los comicios de 2016.
Le siguió la víspera la embajadora estadounidense en México, Roberta Jacobson, quien, aunque no es parte del equipo cercano del presidente, si ocupaba una alta responsabilidad diplomática en medio de las tensas relaciones con el vecino del sur. La semana anterior dimitió el representante especial del Departamento de Estado para Corea del Norte, Joseph Yun, y a principios de febrero lo hizo un funcionario de largo recorrido en la nación norteña, Thomas Shannon.
En todos los casos estuvo de por medio la errática conducta del presidente Trump, a quien para seguirle los pasos en política interna e internacional habría que echar mano de aquella frase atribuida a algún político o cómico mexicano, no recuerdo exactamente ahora, que dijo: “no estoy a favor, ni en contra, sino todo lo contrario”.