Por: Guillermo Alvarado
Como se temía, la precandidata indígena a la presidencia de México, María de Jesus Patricio, Marichuy, como se le conoce en ese país, no alcanzó la exagerada cantidad de firmas que le exigían las autoridades electorales por lo que se vio impedida de registrarse como aspirante a la primera magistratura.
Las leyes en la nación latinoamericana reconocen el derecho de los ciudadanos que no están afiliados a ninguno de los partidos políticos reconocidos a postularse para cargos de elección pública, entre ellos la presidencia, pero al mismo tiempo imponen un obstáculo casi insalvable, como lo es recolectar 866 mil 593 rúbricas de apoyo en más de la mitad del territorio nacional.
Esto requería un esfuerzo extraordinario en términos de organización, traslados de un lugar a otro, logística y, sobre todo, de contar con el dinero para pagarlo todo.
No obstante, la también médico tradicional originaria del estado de Chiapas, realizó una gira donde visitó centenares de pequeños poblados donde viven comunidades indígenas muy pobres, a quienes dio una palabra de aliento y esperanza de que otra forma de hacer política es posible para resolver los graves problemas que afectan a la mayoría de la población.
Marichuy no sólo puso en relevancia la situación del campesino indígena, de los obreros, las mujeres y los niños sumidos en el desamparo, sino que también reveló uno de los rostros menos agradables de una sociedad donde el machismo, la misoginia y el racismo están profundamente enraizados.
A lo largo de su gira, que hizo acompañada por un grupo de seguidores, ella sufrió agresiones de grupos armados, pero también fue víctima de crueles insultos por su triple condición de mujer, pobre e indígena, que para algunas mentes cavernícolas la sitúan un escalón por debajo del resto de la sociedad.
Las llamadas redes sociales fueron el escenario donde más encarnizamiento hubo hacia la líder comunitaria, cuya presencia en la política nacional sacó a luz el aspecto más oscuro del país.
Lamentablemente hubo también algunos personajes, autodefinidos como de izquierda, que vieron en ella un riesgo para su caudal de votos y ahora están de plácemes porque fue excluida por un sistema diseñado para otras cosas, menos la participación popular, ni el liderazgo comunitario.
Sin embargo la experiencia fue interesante porque puso en el tintero una realidad que los medios de comunicación y los sistemas estatales y particulares de enseñanza pretenden ignorar, o hacer que los demás ignoren, como lo es la presencia de millones de descendientes de quienes antes del nefasto 1492 eran los legítimos dueños de grandes territorios, donde crearon notables civilizaciones.
Como la misma María de Jesús dijo, la lucha no fue solo de cara al 1 de julio, día de las elecciones, sino para el futuro de México, que no logrará ser una nación grande, sólida y unida, hasta tanto consiga la reconciliación de todos, los de abajo y los de arriba, de los excluidos y olvidados, trabajando de conjunto en un proyecto de justicia, igualdad y desarrollo común.