Por María Josefina Arce (RHC)
Para diversas generaciones de cubanos dejó el Mayor general Antonio Maceo un ejemplo de patriotismo e intransigencia revolucionaria. Su espíritu indomable, su amor a la tierra que lo vio nacer y sus ansias independentistas han sido una guía para el pueblo de la Mayor de las Antillas.
Hace hoy 140 años que Maceo, conocido como el Titán de Bronce, protagonizó en Mangos de Baraguá, en el oriente cubano, un acto de rebeldía y valentía que ha pasado a la historia como la Protesta de Baraguá.
En esa ocasión, el 15 de marzo de 1878, el valiente e intrépido mambí dejó bien claro a las tropas colonialistas españolas su rechazo a deponer las armas y a aceptar una paz sin independencia, legado que ha estado presente a lo largo de más de un siglo en la lucha de los cubanos por conquistar y defender su soberanía.
Mucho se ha escrito sobre Maceo, de quien el líder histórico de la revolución cubana, Fidel Castro, diría que es el “símbolo perenne de la firmeza revolucionaria que protagonizó la Protesta de Baraguá”, y Raúl Roa, nuestro canciller de la dignidad, calificó como «[…] el jefe insurrecto de más puro instinto revolucionario de la gran década..”
El coraje, osadía y pensamiento político y militar del jefe mambi, que participó en más de 600 combates y cuyo cuerpo estaba marcado por 26 cicatrices de guerra, ha alentado en todo momento el accionar digno, soberano y solidario de la Revolución cubana.
Fidel siempre afirmó que “Nuestros principios son los de Baraguá. El imperio debe saber que nuestra patria puede ser convertida en polvo, pero los derechos soberanos del pueblo cubano no son negociables”.
Y la realidad es que en cada batalla que ha peleado el pueblo en casi sesenta años de revolución ha estado presente el ejemplo del Titán de Bronce Su espíritu rebelde e indomable ha sido un sostén y una guía ante las constantes agresiones norteamericanas contra el proceso revolucionario.
En la victoria de abril de 1961 de Playa Girón sobre la invasión mercenaria, alentada y apoyada por Estados Unidos, y en la lucha en las montañas contra los bandidos armados por Washington se multiplicó en cada cubano el espíritu del Mayor General de las fuerzas mambisas.
Maceo está en cada cubano que con su sangre generosa regó el suelo africano durante la lucha por la independencia de Angola y contra el fin del oprobioso sistema del apartheid.
Pero también en cada médico que sin importar distancias, ni dificultades brinda su ayuda solidaria a otras naciones ante desastres naturales o para garantizar el derecho que tiene cada hombre en la tierra a la salud.
El legado del Mayor General mambí está presente igualmente en cada educador que ha marchado a otras tierras para ayudar a leer y escribir a otras personas. Millones de ciudadanos de otros países han sido alfabetizados gracias al método cubano “Yo sí puedo”, que es un reflejo de la tenacidad de Maceo.
La revolución cubana no ha olvidado a quienes a lo largo de la historia hicieron posible su triunfo y por eso, se ha nutrido a lo largo de estas casi seis décadas de su pensamiento, de su inquebrantable fe en la victoria y sobre todo, de ese amor profundo y puro por la Patria y la humanidad.