Por Guillermo Alvarado (RHC)
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, comenzó el mes de abril con nuevas arremetidas contra México, país al cual acusa de permitir que las drogas y los migrantes que llegan desde el sur alcancen la frontera común y crucen al territorio norteamericano, una visión muy simplista y anti histórica del problema.
De acuerdo con las evidencias, el magnate inmobiliario, devenido presidente de la primera potencia económica y militar del momento, es un un pésimo estadista, presto a utilizar el chantaje como método de negociación.
En sus más recientes diatribas por medio de las redes sociales, el gobernante dijo: "México está haciendo casi nada para detener la migración ilegal y se ríe de nuestras tontas leyes de inmigración".
Agregó enseguida que: "El país vecino debe detener la droga y el flujo de gente, o voy a poner fin a su mina de oro, el NAFTA. ¡Necesitamos el muro!"
Cualquiera nota la semejanza en el razonamiento de Trump con el personaje central de la novela de Mario Puzo titulada El Padrino, don Vito Corleone, puntilloso jefe mafioso que al poner una pistola en la cabeza de sus adversarios les aclaraba que estaba haciendo “una oferta que no podrían rechazar”.
El NAFTA, siglas en inglés del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, y el muro a lo largo de toda la frontera común con México son las principales armas en este chantaje en que la Casa Blanca ha convertido las relaciones internacionales.
Pero Trump tiene una visión distorsionada de la historia al acusar al vecino latinoamericano de enriquecerse gracias a ese pacto.
Es cierto que hay grupos empresariales, casi siempre vinculados a los gobiernos mexicanos de turno, que hacen muy buenos negocios, pero la inmensa mayoría de la gente ha sufrido un proceso de empobrecimiento en espiral.
Un estudio publicado en 2015 señala que en el hermano país el uno por ciento de la población acapara el 21 por ciento de la riqueza nacional.
Desde 1994, cuando entró en vigor el TLC, la pequeña y mediana empresa, sobre todo en el sector agropecuario, prácticamente desapareció. Si no fuera una tragedia tan grande, a los mexicanos que vieron evaporarse su patrimonio por culpa de ese acuerdo les daría mucha risa que Trump lo califique ahora como “mina de oro”.
Respecto al muro en la frontera hay que recordar dos cosas. Primero, la oleada migratoria no la provoca para nada el gobierno mexicano.
A los guatemaltecos, hondureños y salvadoreños, entre otros, que buscan llegar al “paraíso” capitalista los empujan el hambre y la pobreza que causan las políticas económicas impuestas precisamente desde el norte, al grado de que no les importa morir en el intento.
Respecto a las drogas, sólo se está cumpliendo uno de los principios básicos de la economía capitalista. Los traficantes buscan cruzar el río Bravo, o río Grande, con su nefasta mercancía, justamente porque al otro lado está el mercado de consumo más grande del mundo.
Más claro ni el agua. Póngase fin al despojo de las riquezas ajenas y cúrese a la sociedad estadounidense del flagelo de las drogas, y no habrá necesidad de pensar en muro alguno.