Guillermo Albarado
Decía hace pocos días que Estados Unidos es en estos momentos el principal enemigo de la paz en el mundo, y bien poco tardó el presidente Donald Trump en dar toda la razón a esta idea con el absurdo e ilegal bombardeo que junto a dos aliados de ocasión, Reino Unido y Francia, perpetró hace horas contra distintos blancos en Siria.
Luego de una semana de jugar con las palabras, con un estira y afloja que creó incertidumbre por doquier, el jefe de la Casa Blanca pasó a los hechos e inscribió su nombre junto a los de los más grandes violadores de los derechos humanos en la historia moderna de la humanidad, entre ellos los de Richard Nixon y Henry Kissinger.
Se trató de un ataque ilegal, porque violó el ordenamiento jurídico internacional al agredir a un Estado soberano e independiente y, de paso, asestó un golpe grave a la ONU y su inútil Consejo de Seguridad, tres de cuyos miembros permanentes olvidaron que ese órgano tiene como principal función garantizar la paz.
Pero además se violaron normas nacionales porque los tres gobernantes descuidaron la bicoca de pedir autorización a sus respectivos parlamentos antes de iniciar un ataque militar contra otra nación. De Trump cualquier cosa se puede esperar porque ya rebasó la capacidad de asombrarnos, en tanto la señora Theresa May, la primera ministra británica, parece que decidió lavar con pólvora sus angustias.
La jugada, sin embargo, no salió bien porque desde las primeras horas de este sábado se desató otra tormenta sobre su cabeza.
El líder laborista Jeremy Corbyn la criticó por no consultar con el Parlamento antes del ataque y la acusó de seguir ciegamente a Washington. Los primeros sondeos indican que sólo el 25 por ciento de británicos apoyan el bombardeo contra Damasco.
En cuanto a Enmanuel Macrón, es una lástima que haya mandado a la basura las ideas de Libertad, Igualdad y Fraternidad, cimientos de la República Francesa.
Ese bello país, que una vez iluminó al mundo con sus ideas, merece algo mejor que formar parte de un trío de agresores que actuaron con premeditación, alevosía y nocturnidad y pusieron al mundo al borde de una guerra de incalculables resultados.
La condena es generalizada y crece a cada hora. El Gobierno Revolucionario de Cuba dijo que el ataque contra Siria tuvo lugar sin que se haya demostrado la utilización de armas químicas por parte del gobierno de ese país.
Por otro lado, hay serias sospechas de que el bombardeo occidental lo que buscaba era precisamente borrar las huellas de un burdo montaje destinado a engañar al mundo, haciéndolo creer que Damasco agredía a su propio pueblo.
No en balde cuando el secretario de Defensa estadounidense, James Mattis, fue cuestionado por un periodista sobre por qué se había atacado a Siria, si él mismo un día antes dijo que no tenían pruebas del uso de armas químicas, optó por poner cara de palo y eludió responder.
El mundo está viviendo momentos críticos y se debe apuntar claramente quiénes son los responsables, que están encabezados por Donald Trump y sus aliados de último momento, Theresa May y Enmanuel Macrón, más quienes los apoyan y también aquellos que callan y prefieren la cobardía de las sombras y el silencio.