Por: Guillermo Alvarado
De acuerdo con las evidencias que se van acumulando día a día, todo parece indicar que el presunto ataque químico perpetrado por el gobierno sirio en la localidad de Duma es tan verídico como las famosas armas de destrucción masiva que sirvieron de pretexto en 2003 al presidente George W. Bush para comenzar la llamada “segunda guerra del Golfo” que destruyó Iraq.
Igual que lo hizo su predecesor, el ahora jefe de la Casa Blanca, Donald Trump, utilizó una burda mentira para justificar un atroz bombardeo contra varios objetivos de la nación persa, en el que participaron con entusiasmo digno de mejor causa sus aliados de Reino Unido y Francia.
Para consternación de franceses y británicos, cuyos gobernantes siguieron ciegamente al presidente Trump, se van dando cuenta de que fueron comparsas en una farsa montada para engañar al mundo.
El diario mexicano La Jornada reprodujo un artículo del periodista Robert Fisk, a quien nadie puede señalar de ser favorable al gobierno de Bachad al Assad, publicado en The Independent, donde se ponen de manifiesto muchas evidencias.
Relata el comunicador que durante una visita que realizó a Duma tras el supuesto ataque químico, logró conversar con numerosas personas, pero no encontró una sola que pudiera confirmar que ese hecho ocurrió, si bien halló la razón que pudo servir perfectamente para realizar el montaje utilizado luego por Estados Unidos para “intoxicar” a la opinión pública.
Sucede, dice Fisk, que la gente en Duma, machacada por bombardeos de una y otra parte, viven en túneles profundos, repletos de basura y otras suciedades y que el día del supuesto ataque se desató una tormenta de polvo que afectó a muchos.
Acudieron, en efecto, a un hospital cercano con síntomas de asfixia, pero no por ningún agente tóxico sino por el aire contaminado que respiraron, pero allí un “casco blanco” gritó que había un ataque con gas y cundió el pánico. Las personas comenzaron a tirarse agua unos a otros para “descontaminarse”, mientras otros cascos blancos se dedicaron a filmar el caos y luego lo publicaron.
O sea, las imágenes que recorrieron el mundo son verdaderas, sólo que nunca hubo un agente químico de por medio. Un montaje perfecto usado por las potencias occidentales de manera insidiosa.
Más aún, un niño que aparece en el video, identificado como Hasán Diab, confesó que recibió comida y dátiles a cambio de prestarse a la mascarada.
El periodista menciona como fuente a un médico sirio llamado Assim Rahaibani, quien le confirmó que no hubo una sola persona tratada por intoxicación por gas.
La agencia británica Reuters informó, asimismo, que dos periodistas de del canal de televisión norteamericano One America News Network, estuvieron en Duma sin hallar ningún rastro del uso de armas químicas.
Esto explicaría también que grupos armados desconocidos hayan disparado contra expertos que trataron de llegar al lugar para investigar. Hay ciertamente muchos intereses por mantener oculta la realidad, lo que nos hace recordar aquella frase de que en una guerra, la primera baja siempre es la verdad.