Por María Josefina Arce
Hace poco más de un mes que asumiera la presidencia de Chile y ya Sebastián Piñera navega por aguas agitadas. Nuevamente son los estudiantes los que al parecer, pondrán en jaque en su segundo mandato al multimillonario empresario.
Los jóvenes han vuelto a tomar las calles de Santiago de Chile, la capital, y otras ciudades del país para denunciar el lucro en los centros educativos, los altos niveles de endeudamiento que padecen los estudiantes y la existencia de actitudes y prácticas sexistas dentro de las aulas.
El actual Gobierno, afirman las organizaciones que se manifestaron, intenta desmontar las reformas en pos de una educación gratuita, de calidad y sin lucro impulsadas por la ex presidenta Michelle Bachelet, y por las cuales se han movilizado por años escolares y universitarios.
El hecho es que el Tribunal Constitucional determinó el pasado mes de marzo que un artículo de la reforma educativa impulsada por Bachelet era anticonstitucional, lo que permite de nuevo que las empresas o fundaciones que tienen fines de lucro puedan controlar universidades y otros centros de educación superior.
Masivas fueron las protestas que otra vez fueron reprimidas por las fuerzas de seguridad, Carros lanza agua y gas lacrimógeno emplearon los carabineros contra los manifestantes, quienes marcharon bajo el lema Chile ya decidió.
Las nutridas marchas de los últimos días traen al recuerdo las protestas estudiantiles durante el primer mandato de Piñera, de 2010 al 2014, y que fueron calificadas como las mayores en varias décadas.
Docentes y organizaciones sociales y sindicales apoyaron plenamente a los estudiantes, quienes demandaban que el Estado brindara una educación pública gratuita y de calidad, y que se prohibiera el lucro en la educación privada.
De acuerdo con sondeos de opinión, ocho de cada 10 chilenos apoyaba las demandas estudiantiles.
Recordemos que en 1990 el dictador Augusto Pinochet promulgó la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza, que redujo el rol del Estado en la educación al de un mero regulador, y delegó la enseñanza en el sector privado.
La ley abrió las puertas al lucro en la educación, que se convirtió en un mecanismo de reproducción de la desigualdad.
Las escuelas públicas pasaron a la órbita de las municipalidades, algo que de acuerdo con los especialistas, impactó fuertemente en su calidad educativa, al tiempo que surgieron decenas de universidades privadas.
Este mecanismo deja a miles de jóvenes chilenos de clase media y baja endeudados no bien terminan de estudiar, ya que los créditos universitarios se empiezan a pagar desde el primer empleo.
Ahora ante el retorno al poder de un gobierno neoliberal y los peligros de un retroceso en lo alcanzado, los jóvenes chilenos vuelven a tomar las calles, con el firme propósito de defender su derecho a una educación inclusiva y de calidad.