Ya no se trata de un tema de ciencia ficción sino de una cruda realidad, respirar aire contaminado mata al año en todo el mundo a siete millones de personas, cifra mayor que los decesos por el sida, la tuberculosis, la diabetes y los accidentes de tránsito, todos juntos, advirtió la Organización Mundial de la Salud, OMS.
Un comunicado de prensa emitido por la entidad en su sede de Ginebra pone el énfasis en los peligros derivados de la polución, sobre todo por la diseminación de las denominadas “partículas finas”, pequeñísimas dosis de entre 2,5 y 10 micras que al ser respiradas por los humanos llegan hasta lugares recónditos de los pulmones y de allí pasan por la circulación sanguínea a otros lugares del cuerpo.
Se trata de un veneno insidioso, que no se mira, no tiene olor, ni color, no produce transformaciones instantáneas en nuestro organismo, pero que con toda seguridad mata, a largo o mediano plazo.
De acuerdo con la OMS, este tipo de contaminación es responsable del 29 por ciento de muertes por cáncer de pulmón; una cuarta parte de los accidentes vasculares cerebrales; 24 por ciento de los infartos y 43 de cada cien enfermedades pulmonares obstructivas.
El 90 por ciento de la población mundial está respirando aire de mala calidad y, si bien los peores efectos se registran en Asia, África, la región del Mediterráneo oriental y, en menor medida en Europa y el continente americano, hay que señalar que dos de las ciudades más contaminadas están en nuestra región, México y Perú.
Los riesgos están tanto en la calle como dentro del hogar. El ambiente exterior está expuesto a las partículas emitidas por algunos sectores de la industria, la agricultura, centrales eléctricas alimentadas por carbón y el por el transporte, sobre todo por los motores de combustión a base de diesel, uno de los mayores contaminantes.
Dentro de las viviendas el peligro radica en métodos rudimentarios para la cocción de alimentos, la calefacción en climas fríos o para iluminar el interior, un asunto que está íntimamente vinculado con otro azote, la pobreza.
La base de datos de la OMS indica que hay alguna mejoría en algunos países desarrollados, en particular en Europa occidental, donde existen suficientes recursos para tomar medidas como la prohibición del diesel y la sustitución del parque de vehículos, tanto particulares como de uso público.
No existe, sin embargo, programas destinados a colaborar con los países pobres donde se registran los peores efectos de un fenómeno que no siempre, o no en cantidad notable, son ellos quienes lo provocan.
Para sensibilizar sobre el asunto, la Organización Mundial de la Salud convocó a la Primera Conferencia Mundial sobre Contaminación del Aire y la Salud, que se celebrará en octubre próximo.
Mientras tanto, y a menos que se haga algo pronto, las partículas finas contaminantes seguirán alojándose en el cuerpo de millones de personas, niños incluidos, cuyo derecho a la vida y la salud está fuertemente mermado por el irracional modelo de producción y consumo de nuestra especie, que compra confort al precio de la muerte.