Por María Josefina Arce

Nicaragua volvió a ser escenario en las últimas horas de actos vandálicos que han sumido a ese país centroamericano desde hace semanas en una espiral de violencia, que tiene la firma de la derecha latinoamericana, que apoyada y financiada por sectores de poder de Estados Unidos, tiene ahora también como objetivo a una nación que con un arduo trabajo en la última década ha conseguido resaltar a nivel internacional por sus positivos indicadores económicos y sociales.

Pérdidas de vidas humanas y cuantiosos daños materiales, ataques a ómnibus, instituciones sociales y centros públicos y saqueos son algunas de las acciones violentas que desde abril pasado sacuden al país y que han sido instigadas por elementos que intentan desestabilizar al gobierno del presidente constitucional, Daniel Ortega.

El pretexto en este caso ha sido una propuesta de reformas a la Seguridad Social, que sectores conservadores manipularon intencionalmente en beneficio de sus intereses políticos.

Pero la violencia continúa, aunque las autoridades derogaron la reforma y llamaron a un diálogo entre todos los sectores de la sociedad nicaragüense para escuchar sus criterios, inquietudes y sugerencias y de ese modo, de forma pacífica y bien intencionada hallar una solución que permita que Nicaragua continué siendo una nación de paz y calificada como una de las más tranquilas de Centroamerica.

En un comunicado el presidente Ortega reiteró su compromiso con la paz. “Queremos reiterar el llamado y el compromiso de ponerle fin a la muerte y la destrucción. Que no se siga derramando sangre de hermanos', señaló el mandatario, reelegido para un segundo mandato consecutivo en los comicios generales de 2016 por más de 70 por ciento del electorado nicaragüense.

De hecho tras la contundente victoria de Ortega la agencia calificadora de riesgo Fitch Ratings aseguró que la reelección garantizaba la continuidad de las políticas económicas y fiscales impulsadas durante sus mandatos.

Al realizar un análisis del impacto que ha tenido Daniel Ortega al frente del país centroamericano desde 2007, la agencia afirmaba que había “mejorando la dinámica de la deuda pública de Nicaragua, reduciendo los desequilibrios externos y experimentando un sólido crecimiento económico y una inflación decreciente.

La Conferencia Episcopal también llamó a todos, sin excepción, a respetar la vida, la dignidad de la persona, la libertad, la manifestación cívica, sin recurrir a ningún tipo de violencia o acto que pueda generarla, al tiempo que el ejército apoyó los esfuerzos del Gobierno en la búsqueda de una solución por la vía del diálogo y llamó a todos a contribuir en esa dirección.

Pero después del hostigamiento de que es objeto Venezuela y el recrudecimiento de la política hostil hacia Cuba, se veía venir el ataque contra Nicaragua, que bajo el mandato del Frente Sandinista de Liberación Nacional desterró el neoliberalismo y ha trabajado por el elevar el bienestar de sus ciudadanos.

Recordemos que el pasado año el Congreso de Estados Unidos aprobó el Acta Nicaragua, encaminada a impedir el financiamiento externo a esa nación, lo que pone en peligro los programas sociales que lleva a cabo el Frente Sandinista en beneficio de los sectores más humildes. La acción injerencista no necesita explicaciones, todos saben cuál es el objetivo.

El plan de la derecha es el mismo para todo el continente, incitar al caos y la violencia para buscar por cualquier vía derrocar a los gobiernos progresistas de la región. El diálogo no está entre sus opciones, pues la paz es lo menos que busca la oligarquía, ansiosa de retornar al poder y volver a llenar sus bolsillos en detrimento del pueblo.