Por: Guillermo Alvarado

En México las personas que nacen en condición de pobreza tienen muy pocas posibilidades de salir de ella cuando llegan a adultos y casi con certeza la van a reproducir en su familia, de acuerdo con un estudio que mide la tasa de desigualdades en la población de ese país latinoamericano.

Se trata de un círculo vicioso, como la clásica serpiente que se muerde la cola, en una nación que paradójicamente ha generado la mayor cantidad de millonarios durante los últimos años en la región.

Especialistas convocados por el Colegio de México concluyeron que los orígenes sociales y económicos casi con seguridad van a determinar el destino de las personas, salvo casos excepcionales donde figura más el azar que otras variables.

El texto, titulado Desigualdades en México 2018, identifica los desniveles en diversos aspectos, como la educación, el ingreso, el género, la incorporación al mercado laboral y a la protección social.

Si bien la cobertura a los primeros años de la formación escolar se incrementó en el ciclo 2015-2016 hasta el 89 por ciento, similar a la de los miembros de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico, esto es sólo un espejismo porque son muy pocos los que logran pasar a un nivel medio superior.

Además las personas con escasos recursos sólo tienen acceso a una escuela de muy baja calidad, por lo que su formación es precaria y no les permite obtener buenos empleos al ingresar al mercado laboral.

Quienes viven en el área rural, en particular los niños indígenas, sufren este problema con mayor fuerza.

De hecho, la llamada movilidad social, es decir la posibilidad de un individuo para acceder a grupos con mayores beneficios, es una de las más bajas en el mundo. En México la movilidad hacia mejores ingresos es de 2.1, mientras en Canadá es de 13,5 indica la investigación, lo que descarta las posibilidades para quienes vienen de los estratos más pobres de lograr bienes y servicios de mayor calidad.

Estos factores se reflejan también en el acceso a mejores puestos laborales, donde los trabajadores con ingresos menores a un salario mínimo crecieron en 50 por ciento, muchos de ellos en el mercado informal donde carecen de seguridad social.

Entre las mujeres esto es aún más crudo. Sólo el 38 por ciento de la fuerza de trabajo en México es femenina y la mayoría de ellas se desempeñan en puestos que requieren una pobre preparación académica.

Si además de ser pobre, se es mujer e indígena, las posibilidades de brincar a un mejor nivel de vida son prácticamente nulas.

Si bien los datos son contundentes, no revelan nada nuevo porque ya en abril una entidad gubernamental había denunciado que para unos 20 millones de niños mexicanos la pobreza es una situación casi irreversible.

En un país que abunda en recursos naturales la realidad de muchos es esa: nacen pobres, crecerán igual y de manera casi inevitable morirán pobres, sobrevividos por hijos también pobres.