Por: Guillermo Alvarado
Enemigos jurados hace apenas un año, Estados Unidos y la República Popular Democrática de Corea, más conocida como Corea del Norte, acaban de ofrecer al mundo un respiro de alivio con la cumbre entre sus presidentes celebrada la víspera en Singapur, cuyo comunicado final, sin embargo, deja más dudas que certezas.
Que la reunión, luego de sortear numerosos escollos, se haya producido ya es en sí mismo un paso certero hacia la paz en la Península Coreana, algo que nadie podrá negar, pero quedan aún muchas incógnitas sobre cómo se desarrollarán los acontecimientos a partir de ahora.
Llamó la atención un Donald Trump casi eufórico, declarando que “las cosas fueron mejor de lo que nadie hubiera esperado, de primera clase”, a la vez que señaló la voluntad de su interlocutor, Kim Jong-un, de voltear la página.
Es la primera vez durante los 65 años transcurridos desde el final de la guerra coreana que los líderes de los dos países se encuentran cara a cara. Tras la reunión firmaron una declaración conjunta, que contiene cuatro puntos fundamentales.
El primero es que ambas naciones se comprometen a establecer nuevas relaciones, de acuerdo con los deseos de paz y prosperidad de sus pueblos.
A continuación aseguran que los dos países unirán esfuerzos para establecer una paz durable en la Península Coreana. El tercer compromiso reafirma la Declaración de Panmunjón del 27 de abril de 2018, según la cual Corea del Norte se compromete a trabajar por la desnuclearización completa de la región.
Finalmente, los dos gobiernos se comprometieron a agilizar la repatriación de los cadáveres de los soldados estadounidenses (muertos durante la guerra de Corea), empezando por el retorno inmediato de los que ya fueron identificados.
Hasta allí la declaración conjunta que, como se puede apreciar, rebosa buena voluntad y es un documento valioso luego de tantos años de hostilidad, pero quedan pendientes muchas precisiones.
De acuerdo con François Godement, director del programa Asia del Consejo Europeo de Relaciones Internacionales, el presidente norcoreano no se comprometió a nada más de lo que su país hubiera hecho en el pasado y que no pudo ser llevado a la práctica. Según el funcionario, en este sentido la ventaja fue para Kim Jong-un.
Fuera del texto, Trump anunció que su contraparte ofreció destruir en el futuro un polígono de pruebas nucleares mayor que eliminado antes, en tanto Washington ofreció que eventualmente se pondrá fin a los ejercicios militares conjuntos con Corea del Sur, calificados como provocadores por Jong-un.
No se levantarán ni aliviarán, sin embargo, las duras sanciones impulsadas por Estados Unidos contra Pyongyang, hasta tanto se produzca la desnuclearización, hecho para el cual no se establecieron plazos, fechas ni método.
¿Empate o leve ventaja para Corea del Norte? Eso se verá en próximos encuentros que serán encabezados por el secretario norteamericano de Estado, Mike Pompeo, y un alto funcionario norcoreano. Mientras tanto, luego de estar hace pocos meses al borde de una fatídica guerra nuclear, podemos hacer una pausa, respirar profundo y mirar al futuro, aunque sea con tímida confianza.