Por: María Josefina Arce
Si la mencionan como Comarcó, Isla de Piratas, Isla olvidada o La Evangelista quizás usted no sepa que se refieren a la conocida Isla de la Juventud, la segunda en extensión del archipiélago cubano y la sexta más grande de las Antillas.
Plagada de leyendas y alusiones a enterramientos de tesoros por corsarios y piratas que se refugiaron en su territorio, fue llamada como Isla de Pinos por la abundancia de los bosques de esta especie desde finales del siglo 19 hasta 1978, fecha en que cambió su nombre por Isla de la Juventud por decisión del Parlamento cubano, en reconocimiento a los miles de jóvenes que allí estudiaron y desarrollaron una labor creadora cuando fue arrasada por un huracán en 1966.
En sus 40 años de constituida mucho ha cambiado el panorama de este municipio especial cubano y para la historia ha quedado que fue allí en la cárcel Presidio Modelo, hoy convertida en museo, donde estuvo recluido tras el asalto al cuartel Moncada el 26 de julio de 1953 el líder histórico de la revolución Fidel Castro, junto a sus compañeros de acción.
De una gran belleza natural, su tesoro más preciado son sus habitantes, quienes han sabido llevar adelante este territorio también motivo de disputa hasta el siglo 20 con Estados Unidos, que incluso en la colonialista y ominosa Enmienda Platt no reconocía la soberanía cubana sobre la ínsula.
Entre sus logros destaca que el 2017 cerró para ese territorio con un crecimiento del siete por ciento en las ventas de bienes y servicios respecto al año anterior, lo que refleja una elevación del nivel de vida de sus pobladores, de acuerdo con las autoridades.
Un ambicioso proyecto inversionista, que sobrepasó los 43 millones de pesos, también se ejecutó en ese período, con incrementos importantes en la agricultura, la pesca y la empresa productora de alimentos para asegurar la autosuficiencia alimentaria y la sustitución de importaciones.
La Isla de la Juventud ha mantenido un sostenido crecimiento de sus producciones de caolín, tabaco y mármol, este último uno de los renglones insignias del territorio y que tributa con creces al plan de exportaciones.
Otra de las fortalezas del municipio especial es la pesca que se traduce en excelentes resultados en la captura de plataforma y la acuicultura. Canadá, Europa y Asia son importantes mercados de las exportaciones de esta rama.
En la salud destaca que durante 15 años la Isla de la Juventud ha registrado cero en mortalidad materna, gracias a la consolidación del Programa Materno Infantil, a partir de la efectiva implementación de la genética médica y seguimiento a las embarazadas consideradas de alto riesgo.
La historia de este municipio quedó marcada por un programa solidario cubano que permitió que allí estudiaran decenas de miles de jóvenes de África, Asia y América Latina, que la convirtió durante años en una vitrina multicultural y un modelo de lo que debiera ser el mundo nuevo, donde los pueblos vivan en paz, armonía y cooperación.
La Isla de la Juventud se ha transformado en estos 40 años de constituida, muestra de la voluntad política del gobierno y de las autoridades locales, así como de sus habitantes que han convertido a este territorio en una prueba de cuánto se puede avanzar con deseo y trabajo.
Para los pineros es un reto mantener lo logrado, pero también continuar avanzando para elevar el nivel de vida de todos los habitantes de la isla, que atrae tanto a pobladores de otras regiones cubanas como a ciudadanos de diversos países, que encuentran en esta tierra un entorno de gran belleza y singularidad, en el que su playa de arenas negra llamada “La bibijagua” y las cotorras endémicas en ese territorio, le añaden un toque particular.