Por:Guillermo Alvarado

Desde el primer día de este mes la humanidad está viviendo de prestado, al crédito en términos más precisos, porque en los primeros siete meses consumimos, vestimos, destruimos o desperdiciamos de manera global todo lo que el planeta podría producir o regenerar en un año completo.

Se trata de una medición que realiza la organización no gubernamental Global Footprint Network, que desde 1970 monitorea la relación entre el consumo de nuestra especie y la disponibilidad de recursos para doce meses que existen en el globo terráqueo, ya sean alimentos, bosques, agua, tierra, hidrocarburos y toda la amplia gama de sus derivados, entre ellos los plásticos.

A partir de entonces, hace 48 años, el punto crítico denominado “Día de la deuda ecológica” –aquel en que se agota lo que había para 12 meses- se adelanta cada vez más y nos lleva a una espiral con pronóstico catastrófico.

En este momento necesitaríamos un globo terráqueo que fuese 1,7 veces más rico para mantener el desaforado sistema de consumo, hablando en términos generales. Pero si toda la humanidad consumiera al ritmo en que lo hace la población en Estados Unidos, harían falta cinco planetas.

Como eso no es posible, entonces los máximos consumidores, por lo general los países más ricos y desarrollados, imponen sistemas irracionales de producción a los demás, cuando no se apropian simple y llanamente de sus recursos para utilizarlos a su albedrío.

En lugar de moderar sus hábitos, se dedican a satisfacerlos con lo que otros producen o tienen, lo que deriva en destrucción de terrenos agrícolas, deforestación y desertificación, sobrepesca, pérdida de biodiversidad, incremento de la expulsión de dióxido de carbono, cambio climático y agotamiento de la naturaleza.

El especialista Michael O'Heaney asegura que "cuando no vivimos en armonía con la capacidad de la Tierra para sostenerse a sí misma, la gente sale herida; se ve el colapso del ecosistema en lugares donde vive principalmente gente pobre, la gente del hemisferio sur".

Según el experto una buena parte de nuestra especie practica una “economía de dinosaurios”, que consiste en un consumo brutal de recursos, potenciado por el uso extremo de los hidrocarburos, y eso tiene que cambiar si queremos sobrevivir.

Pero eso, claro, es más fácil decirlo que ponerlo en práctica. Hoy día existe un esfuerzo superior en la educación ambiental de las personas, de manera particular en los niños, lo que aún no tiene un impacto apreciable en la salud de nuestro mundo.

Ejemplo de ello son las gigantescas islas de desechos plásticos flotando en los océanos, sin que nadie asuma la responsabilidad por ellas, o la falta cada vez más aguda de terrenos adecuados para las siembra de alimentos o de pasto para el ganado, e incluso para edificar poblados seguros y sustentables.

Que el Día de la deuda ecológica se adelante cada año significa que no aprendemos la lección y deberíamos recordar la amarga previsión del biólogo francés Albert Jacquard de que, si desapareciese la especie humana sería una tragedia biológica, pero al día siguiente los árboles y los animales en el bosque serían más felices.