Por: Guillermo Alvarado
Esta semana y con mucho menos cobertura y contundencia de la que el tema merece, se conmemoró el aniversario 73 del cruel e innecesario bombardeo atómico que Estados Unidos perpetró contra las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, cuando ya el final de la II Guerra Mundial estaba definido.
Un 6 de agosto de 1945 la fuerza aérea estadounidense lanzó una bomba de uranio sobre Hiroshima que destruyó la ciudad y pulverizó al instante a 93 mil personas. Tres días más tarde repitió el crimen con un artefacto de plutonio contra Nagasaki, donde fallecieron en segundos 75 mil habitantes.
Las heridas, quemaduras y el efecto de la radiación elevaron la cifra de víctimas a más de 200 mil en poco tiempo y todavía ahora es necesario actualizar las cifras cada año porque el holocausto nuclear sigue matando gente.
Una de las peores matanzas cometida en la historia de la humanidad permanece impune y, peor aún, muchos cronistas que recrean los hechos o funcionarios que participan en las ceremonias, olvidan señalar que fue Estados Unidos el culpable.
Es falso que el ataque nuclear tuviese como objetivo salvar la vida de un millón de soldados norteamericanos que habrían muerto en un último embate contra el “imperio del sol naciente”. En agosto de 1945 se habían rendido Italia y Alemania y la espina dorsal del ejército japonés estaba rota, por lo que la guerra del pacífico tenía los días contados.
Lo que necesitaba Estados Unidos era aterrorizar al mundo con su potencial destructivo y frenar a la Unión Soviética, verdadera ganadora del conflicto.
Cuando el presidente Harry Truman ordenó lanzar el ataque se convirtió en uno de los mayores criminales de nuestra especie, pero curiosamente la historia, o más bien los historiadores, se han negado a condenarlo.
El mundo entró así a una nueva era, la del terror nuclear y en los últimos 73 años ha estado más de una vez al borde de la destrucción total. En estos meses las potencias atómicas gastan miles de millones de dólares en modernizar sus arsenales, como si fuesen a tener oportunidad de utilizarlos y vivir al día siguiente.
Durante la ceremonia oficial por esta fecha luctuosa, realizada en Nagasaki, el secretario general de la ONU, Antonio Guterrez, advirtió que sólo por medio de la desnuclearización total se podrá evitar la repetición de esta tragedia.
Recordó que en julio de 2017 se aprobó un acuerdo para la eliminación de estas armas, firmado por 122 naciones, excepto las potencias nucleares y, extrañamente, Japón, el único país que ha sufrido un ataque de esta naturaleza.
Viene a mi memoria en estos momentos un cuento del genial escritor guatemalteco Marco Augusto Quiroa titulado “La forma de la tierra” y que finaliza con esta impresionante advertencia: “No sabemos cómo será mañana, o entre mil, tres mil, cinco mil años. Puede ser que tenga forma de mancha de humedad, de llama congelada, de ráfaga de viento o de hongo atómico”.