Por: Roberto Morejón
Honduras se debate entre la aguda pobreza que acrecienta la migración y los intentos por zanjar una crisis política derivada de las elecciones de noviembre último, cuyo resultado favoreció aparentemente al presidente Juan Orlando Hernández, pero la oposición lo rechazó por fraudulento.
Con la mediación de la ONU, exponentes del gubernamental Partido Nacional y de parte de la oposición intentan perfilar una agenda de conversaciones después del cuestionado ejercicio en las urnas.
La desconfianza y el intercambio de descalificaciones prevalecen entre los actores participantes.
Son ellos un representante del conservador Partido Nacional y Luis Zelaya por el derechista Partido Liberal, además de Salvador Nasralla, ex candidato presidencial por la progresista Alianza de Oposición Contra la Dictadura a los comicios del 26 de noviembre.
Significativamente se autoexcluyó del cónclave el ex Jefe de Estado hondureño Manuel Zelaya, derrocado por los militares con el apoyo de Estados Unidos en 2016.
Zelaya es un influyente activista político progresista, coordinador del Partido Libertad y Refundación (LIBRE), quien hasta hace poco tiempo sostenía con Nasralla la Alianza Opositora.
La ruptura de esa coalición y la automarginación de Zelaya del diálogo auspiciado por la ONU no le otorgan buenas perspectivas a unas negociaciones salpicadas por la controvertida decisión del Tribunal Electoral.
Ese organismo, proclive a Juan Orlando Hernández, le otorgó supuesta legalidad a su invocada reelección, aplaudida por la administración de Donald Trump.
No obstante, muchos hondureños prefieren desentenderse de las maniobras de los políticos, pues están hartos de las promesas incumplidas de los candidatos a ocupar los poderes públicos y tienen muchos problemas para atender.
Sesenta y cinco por ciento de los más de nueve millones de hondureños sufren la miseria y un promedio diario de 26 menores de edad desertó de las escuelas primarias entre enero y junio del año en curso para viajar clandestinamente hacia Estados Unidos.
Los más de 20 mil 300 hondureños emigrados en los últimos 4 años huyeron de la pobreza, falta de empleos, violencia e inseguridad, pues entre 2013 y 2017 se cometieron casi 26 mil 900 homicidios.
Si bien por la política de tolerancia cero de la administración Trump centenares de migrantes hondureños son devueltos a su país de origen mensualmente, muchos repiten el intento y otros prueban suerte por primera vez.
La mayoría ignora los ásperos debates sostenidos en Tegucigalpa por partidos políticos que nunca han resuelto los problemas más apremiantes de Honduras.