Por Guillermo Alavarado
Durante 2017 murió por causas evitables un niño menor de 15 años a cada cinco segundos en cualquier parte del mundo, lo que sumó un total de 6,3 millones de decesos en ese período, de acuerdo con un impactante informe presentado en Ginebra por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, UNICEF.
La gran mayoría de estos decesos, 5,4 millones, ocurrieron antes de cumplirse cinco años de vida, y más de dos millones eran recién nacidos.
Con apabullante claridad, el organismo detalló las cosas sencillas que pudieron evitar la mayoría de estos fallecimientos: jabón, agua limpia, vacunas y medicinas, cuyo costo, recordemos, es ínfimo comparado con los miles de millones de dólares que cada día consumen los conflictos armados que azotan varios puntos del planeta.
La Organización Mundial de la Salud, que participó también en la investigación, detalló las principales causas de estas lamentables pérdidas de vidas humanas, entre ellas las complicaciones del parto, neumonía, diarrea, infecciones neonatales y malaria. Como se ve, ninguna de estas es difícil de prevenir o sale cara de tratar, todo es cuestión de voluntad y de un esfuerzo colectivo.
En el caso de las complicaciones del parto, generalmente se debe a que la madre no recibió los cuidados médicos mínimos durante la gestación, sea por pobreza o por falta de infraestructura, y al momento de dar a luz no cuentan con la ayuda especializada. Los bebés que logran sobrevivir a esta situación, suelen perecer en el mes siguiente.
Si bien los avances en la prestación de servicios sanitarios permitió reducir las muertes infantiles desde 1990, todavía queda muchísimo por hacer sobre todo en cuanto a las disparidades que existen en el interior de cada país, de manera particular entre el área rural y la urbana, señala el documento de la UNICEF.
Además, los hijos de madres que no han recibido ni siquiera niveles de instrucción elemental, tienen más posibilidades de morir en los años siguientes a su nacimiento, respecto a aquellos cuya progenitora cursó las etapas media y alta de estudios.
Una conclusión elemental de estos datos indica que la pobreza y las desigualdades están detrás de este drama, que se profundiza por otras causas, entre ellas las guerras, los problemas tribales, la xenofobia y el racismo.
En casi todos los problemas creados por el ser humano, son los niños las primeras víctimas y quienes reciben la peor parte y eso se puede apreciar en conflictos como el de Yemen, la persecución de que son víctimas los roginyas en Myanmar, las oleadas de inmigrantes que tratan de cruzar el Mediterráneo, o en los desplazamientos masivos ocurridos en Colombia como consecuencia del accionar de bandas paramilitares y de narcotraficantes.
Decía antes que en la solución de esta tragedia hay un componente de conciencia colectiva, que nos incluye a usted y a mi, pero si a pesar de estos datos todavía hay quién permanezca insensible, piense que desde que comenzó a leerme y justo hasta ahora, habrán muerto unos 60 infantes en el África subsahariana, en sur de Asia y también en América Latina y El Caribe, algunos quizás en su proximidad, cuyas vidas podrían haberse salvado.