Por Guillermo Alvarado
Esta semana se celebró en la sede de la Organización de las Naciones Unidas un segmento de alto nivel para promover el Día Internacional para la Eliminación Total de las Armas Nucleares y allí numerosos gobernantes, entre ellos el presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, advirtieron lo cerca que está la humanidad de su desaparición por un eventual conflicto atómico.
El jefe de Estado cubano recordó las palabras pronunciadas por el líder histórico de la Revolución, Fidel Castro, cuando en 1979 advirtió que “basta ya de la ilusión de que los problemas del mundo se pueden resolver con armas nucleares. Las bombas podrán matar a los hambrientos, a los enfermos, a los ignorantes, pero no pueden matar el hambre, las enfermedades, la ignorancia”.
Desde que el mundo conoció el horror del fuego atómico desatado por Estados Unidos sobre Hiroshima y Nagasaki cuando ya la II Guerra Mundial estaba en su final, numerosas voces se han alzado para exigir el desmantelamiento de la peor arma de destrucción masiva creada por el ser humano.
Cuentan que preguntado Albert Einstein sobre si era posible construir un artefacto para neutralizar los efectos de la bomba atómica, éste respondió que sí, que ya existe y su nombre es la paz.
Sin embargo, al mismo tiempo que resuenan las voces sensatas llamando a detener una tragedia universal, otras insisten en mantener y aumentar los arsenales, que ya tienen capacidad para destruir cientos de veces nuestro planeta.
El presidente Díaz-Canel recordó que a 73 años del bombardeo contra las ciudades japonesas, existen aproximadamente 14 mil 400 armas nucleares, de las que tres mil 750 están desplegadas, es decir en condiciones de ser utilizadas en cualquier momento, y dos mil se mantienen en estado de alerta operacional.
A pesar de eso, el jefe de la Casa Blanca, Donald Trump, se declaró orgulloso de su programa de modernización de sus misiles, para lo que está dispuesto a gastar miles de millones de dólares que serían preciosos, por ejemplo, en la lucha contra el hambre, las enfermedades y la pobreza.
Ante las balandronadas de Trump, representantes del Boletín de Científicos Atómicos, una organización fundada en 1945 para luchar contra la amenaza nuclear, decidió este año adelantar en 30 segundos el llamado “reloj del día del juicio final”, que marca la proximidad de una guerra de exterminio total, no sólo de nuestra especie, sino de toda forma de vida.
En estos momentos ese reloj simbólico está apenas a dos minutos de la medianoche, momento del holocausto. El mundo, dijeron los expertos, no sólo es ahora más peligroso que hace un año, es lo más amenazante que ha estado desde la II Guerra Mundial.
Resulta paradójico que la energía nuclear utilizada con fines pacíficos contribuya al desarrollo y bienestar de los pueblos, pero que con objetivos militares y de dominación y en manos de personas inestables e impredecibles como Donald Trump, pueda ser también la causa de nuestra desaparición definitiva.