Por Guillermo Alvarado
La población mexicana recuerda hoy con numerosas actividades el aniversario 50 de uno de los episodios más dolorosos ocurridos en la historia reciente, conocido como la masacre de Tlatelolco, donde murieron o desaparecieron innumerables jóvenes a manos de las fuerzas de seguridad y grupos paramilitares.
El 2 de octubre de 1968 se organizó una gran manifestación de estudiantes y profesores de varias universidades y representantes de organizaciones sociales y sindicales en la capitalina Plaza de las Tres Culturas, aledaña al edificio que durante décadas albergó a la Secretaría de Relaciones Exteriores, nombrada la “Torre de Tlatelolco”.
La tensión con el gobierno venía escalando a lo largo del año por los reclamos de los universitarios aglutinados en el Consejo Nacional de Huelga, que exigía la libertad de numerosos activistas presos, una apertura democrática en el país, la eliminación del autoritarismo y la desaparición de las desigualdades sociales.
El ejecutivo, encabezado por el entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz criminalizó la protesta, calificó a sus líderes de terroristas y los acusó de ser miembros de una conjura internacional para derrocar al gobierno.
Con el objetivo de eliminar el movimiento estudiantil, el gobierno envió al ejército y la policía a rodear la plaza en tanto paramilitares apostados en las azoteas de los edificios cercanos comenzaron a disparar contra los manifestantes y los militares, que creyéndose atacados por la multitud, lanzaron un indiscriminado ataque armado.
No existe un registro oficial de las víctimas, pero testigos presenciales aseguran que camiones del ejército cargados de cadáveres partían con rumbo desconocido. Tampoco se sabe cuántos fueron detenidos y desaparecidos en uno de los crímenes de Estado más graves perpetrados en nuestra región.
Diversos estudios calculan entre centenares y miles los muertos y algunos hablan hasta de decenas de miles pero los datos son imprecisos debido a la férrea censura que implantó el gobierno de Díaz Ordaz y no fue sino hasta 2018, en ocasión del cincuentenario de la tragedia que el Estado asumió su responsabilidad y formo una comisión para la reparación a las víctimas.
La brutal matanza de Tlatelolco marcó a la sociedad mexicana a pesar del silencio impuesto a la prensa y hubo gran repudio cuando, apenas diez días después, el presidente inauguraba los Juegos Olímpicos México 68, dedicados paradójicamente a la paz.
También fue el punto de partida para la organización de grupos clandestinos y la formación de guerrillas urbanas y rurales que fueron combatidas con dureza.
Investigadores señalan la activa participación en la represión contra los estudiantes de la Agencia Central de Inteligencia, la CIA, de Estados Unidos, sobre todo en la penetración de agentes en el movimiento y la difusión de propaganda falsa para desprestigiar a sus dirigentes, tácticas que hoy día son harto conocidas.
El dolor, la rabia, la frustración de los sobrevivientes de la masacre y los familiares de las víctimas aún son heridas sin curar y seguirán así mientras estén ausentes la justicia y la reparación de los daños.