Por: María Josefina Arce.
Los ciudadanos de 25 naciones encuestados por la consultora Pew, con sede en Washington, no confían en el presidente norteamericano, Donald Trump, quien es profundamente impopular en todo el mundo.
El sondeo, que incluyó también a los mandatarios de China, Francia y Rusia y a la canciller de Alemania, mostró que la mayoría considera que la imagen internacional de Estados Unidos se ha deteriorado desde la llegada de Trump a la Casa Blanca.
La verdad es que el resultado de la encuesta no podía ser otro. Desde que asumiera la presidencia en 2017 el accionar de Trump ha sido, en consideración de muchos, errático, imprevisible y sobre todo arrogante y prepotente, lo que constituye una amenaza para la estabilidad mundial.
El mandatario se ha encargado de tensar aún más las ya de por sí complejas relaciones con América Latina. Sanciones contra Venezuela y apoyo a la oposición interna promoviendo un golpe de Estado contra el presidente constitucional, Nicolás Maduro, forman parte de su estrategia abiertamente intervencionista.
De hecho en su reciente intervención ante el septuagésimo tercer período de sesiones de la ONU, el inquilino de la Casa Blanca aseguró que el presidente venezolano podría ser derrotado muy rápidamente si los militares deciden hacer eso.
El retorno a la política hostil hacia Cuba y el reforzamiento del bloqueo económico, comercial y financiero también destacan en la proyección internacional de su administración.
Trump, por demás, no se ha cansado de ofender a sus vecinos latinoamericanos y caribeños. A los inmigrantes mexicanos los llama criminales y violadores, y para naciones como Haití y El Salvador tiene calificativos peyorativos.
El presidente norteamericano tampoco ha cesado en sus ataques comerciales contra otras naciones, pero en especial China. Alegando un trato desfavorable para Estados Unidos ha adoptado una serie de aranceles que por supuesto, han tenido respuesta y han desatado una guerra comercial.
Siria e Irán han sido otro de los objetivos de su agenda. De hecho Washington rompió el pacto nuclear con la nación persa y restableció las sanciones contra el pueblo iraní.
Por demás, provocó un amplio rechazo internacional por el traslado de la embajada norteamericana en Israel a la ocupada ciudad de Jerusalén, que el pueblo palestino reclama como la capital de su estado.
También se ha desligado de los esfuerzos internacionales para enfrentar el cambio climático, una realidad que para el presidente continúa siendo un invento para dañar a su país. No importa que científicos y organismos internacionales hayan alertado sobre los peligros de este fenómeno, sus pocas luces no le permiten ver más allá de los supuestos intereses monetarios de Estados Unidos.
Sobre esta importante temática, en el plano interno ha revertido los avances de su antecesor Barack Obama para el empleo de una energía limpia y ha dado luz verde a la industria del carbón.
Bajo su administración también Estados Unidos anunció su retiro de la UNESCO, Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, una medida que se hará efectiva a partir del 31 de diciembre próximo. A esto se suma su decisión de salir del Consejo de Derechos Humanos, al tiempo que que aseguró que su país no prestará reconocimiento a la Corte Internacional de Justicia, de la Haya.
Con un accionar agresivo, injerencista, alejado del respeto a la soberanía y libre determinación de los pueblos y de los esfuerzos mundiales en varios frentes, el presidente Donald Trump por supuesto, que tiene que ser la estrella de los presidentes más impopulares a lo largo de la historia.