Por: Guillermo Alvarado
Tras 17 meses de duras negociaciones, la Unión Europea logró por fin un acuerdo sobre el abandono del Reino Unido de ese bloque continental, que fue calificado como el único y el mejor posible para lograr la salida de uno de los socios, un proceso al que se enfrentan por primera ocasión.
El controvertido divorcio, conocido como “brexit” por la combinación de dos palabras, Bretaña y exit (salida en inglés) es ya casi un hecho, si bien a la primera ministra Theresa May le falta aún salvar un obstáculo de difícil pronóstico, como es que el Parlamento del Reino Unido apruebe el documento.
Nadie ha advertido de lo que podría ocurrir si en diciembre próximo la jefa de gobierno británico no consigue el apoyo legislativo necesario, pero podría darse hasta la necesidad de convocar a elecciones anticipadas, lo que pondría a la señora May al borde de un desastre.
En efecto, de acuerdo con el pacto alcanzado en Bruselas este fin de semana, la separación debe consumarse en marzo de 2019, lo que no deja mucho margen de tiempo para llamar a comicios y formar nuevo gobierno.
Así pues, aunque fue Londres quien pidió la separación de la Unión Europea, ahora resulta ser el que tiene menos claras las ideas sobre como liquidar un divorcio nacido no del desamor u otros demonios, sino de la incompatibilidad de intereses económicos, financieros y comerciales.
Reino Unido tiene una moneda, la libra esterlina, más fuerte que el euro o cualquiera otra de curso legal en el bloque, así como su propio centro financiero, La City, considerado como el más importantes de Europa y entre los mayores del mundo.
En este contexto, las restricciones financieras y presupuestarias impuestas por Bruselas, sede de los mecanismos comunitarios, comenzaron a ser un obstáculo para el desarrollo de los intereses británicos y allí estuvo la raíz del brexit.
Ahora, sin embargo, hay quienes temen que el remedio salió peor que la enfermedad. El exministro de exteriores, Boris Johnson, afirmó que el acuerdo deja a su país en condiciones más malas que en la actualidad, en tanto el líder del partido Laborista, Jeremy Corbyn, dijo que el texto “es el resultado de un miserable fracaso en las negociaciones que nos deja con lo peor de ambos mundos”.
En este embrollo, la primera ministra tendrá que dedicarse a tiempo completo a hacer campaña a favor del acuerdo, que será votado en la Cámara de los Comunes el 12 de diciembre, es decir en poco más de dos semanas.
Si las cosas no salen como ella espera, quedarán sobre la mesa todas las posibilidades, incluso las más disparatadas.
Como en todo divorcio conflictivo, lo más seguro es que no habrá ganadores y las dos partes harán lo posible por ser la que menos pierda, hablando sobre todo de lo que para ambas es lo más importante, el dinero, las finanzas y la economía.