Por María Josefina Arce
Desde que en la década del 80 del siglo pasado el mundo conociera el SIDA, Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida, se ha avanzado en el control de la enfermedad, sin embargo, aún queda mucho por hacer para prevenir el contagio, llegar a las personas que desconocen estar infectadas y garantizarles el acceso a los servicios de salud y medicamentos.
De acuerdo con las estadísticas en los últimos años se ha reducido el número de decesos a causa del SIDA, una enfermedad que desde su identificación en 1981 hasta la fecha ha provocado más de 35 millones de muertes en el mundo.
Los nuevos contagios continúan siendo una preocupación para organismos internacionales y organizaciones de salud. Cuba, un pequeño país bloqueado, pero con grandes logros en la medicina, ha tenido avances sustanciales en la lucha contra ese mal.
En 2015 se convirtió en la primera nación del mundo en recibir el reconocimiento oficial de la OMS, Organización Mundial de la Salud, como país que ha eliminado la transmisión materno-infantil del VIH y la sífilis como problemas de salud pública.
Y es que la Mayor de las Antillas fue una de las primeras naciones de América Latina y el Caribe en aplicar un programa específico de prevención y tratamiento, que cuenta ya con más de tres décadas de creado y que garantiza sin costo alguno el tratamiento antirretroviral a todas las personas infectadas por el virus.
Este programa realiza una labor efectiva de prevención, diagnóstico y tratamiento, que se ha ido ampliando y actualizando en consonancia con las recomendaciones de la OMS y el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH-SIDA.
La estrategia cubana de respuesta a este enfermedad tiene como pilar un enfoque integral del tema y la capacidad biotecnológica instalada en el país, que ha permitido la investigación y el desarrollo de medicamentos genéricos.
Se fundamenta igualmente en un amplio programa de educación en la sexualidad que abarca todos los grupos poblacionales; la aplicación de pruebas gratuitas para todo el que la solicita, así como un extenso y variado servicio de consejería, asesoría y apoyo a los pacientes.
Vale destacar la intervención activa de la sociedad civil en las acciones de prevención y de las personas con VIH en el diseño, puesta en práctica y evaluación de estos programas.
La experiencia cubana ha puesto en evidencia que la voluntad gubernamental, unida a un enfoque integral y participativo puede incidir de manera positiva en la prevención del VIH, así como proporcionar una vida digna a las personas infectadas.
El sistema cubano de salud responde a las necesidades de la población y está avalado por el médico y enfermera de comunidad, una amplia red de policlínicas y otros centros especializados, además de prestigiosos institutos de investigación.
Todo esto ha hecho posible que la prevalencia de la infección por el VIH en la nación caribeña ha sido siempre la más baja en América Latina y el Caribe y esté también entre una de las menores del mundo.