Por María Josefina Arce
En Estados Unidos hay cifras que llaman a la reflexión y desatan constantes debates. Ese es el caso de los incidentes con armas de fuego que se reportan en las escuelas, y que en este año que está por concluir ha tenido una lamentable escalada.
De acuerdo con el Centro de Defensa y Seguridad Nacional de la Escuela Nacional de Postgrado Naval el 2018 marcó el récord de número de casos reportados de violencia con armas de fuego en escuelas en esa nación.
Los datos, mencionados por esa institución, sitúan en 94 los casos de violencia con armas de fuego en recintos escolares en estos doce meses, cifra que echa por tierra el récord anterior, correspondiente a 2006.
De hecho el índice actual es 60 por ciento mayor que el de hace doce años cuando se registraron 59 casos de violencia con este tipo de artefactos.
El tiroteo escolar más mortal del presente año ocurrió en Parkland, Florida, el 14 de febrero pasado, cuando un joven de 19 años asesinó a 17 personas en la escuela secundaria de esa localidad.
El triste suceso se sumó a los muchos que se registran en territorio norteamericano en instituciones escolares y también en centros públicos. Pocos meses antes, en noviembre de 2017, un tirador mató a 27 personas en una iglesia en Texas.
Pero el tiroteo considerado el más sangriento de Estados Unidos tuvo lugar también en 2017, en octubre, cuando un hombre mato a tiros a 58 personas en un concierto en la ciudad de Las Vegas. En esa ocasión también se reportaron 515 personas heridas.
Las cifras son escalofriantes y revelan una realidad de la sociedad norteamericana. Para que se tenga una idea de cuán cotidianos se han hecho los tiroteos en Estados Unidos, tomemos el inicio de este año, solo un mes y medio de comenzar 2018 ya habían fallecido en ese país casi dos MIL personas por violencia armada.
En escasas seis semanas otras 3 125 habían resultado heridas por disparos. De hecho se habían reportado 30 tiroteos masivos.
Este es el panorama que enfrenta la sociedad norteamericana, donde las armas de fuego se multiplican y toda tentativa de poner coto a esta situación choca una y otra vez con la férrea oposición de la Asociación Nacional del Rifle, de la que forman parte influyentes políticos norteamericanos.
Amparados en la Constitución, que protege el portar armas de fuego, los miembros de esta organización buscan bloquear cualquier cambio o control que dificulte la compraventa de armamentos.
Aunque no hay una cifra exacta de cuántas armas hay en manos de civiles norteamericanos, se calcula que son unas nueve por cada diez ciudadanos, una proporción realmente alarmante.
Lo cierto es que la cuestión es como un círculo vicioso. Cada vez que hay una matanza se reabre el debate sobre la necesidad de un mayor control sobre las armas de fuego, pero al final todo se queda igual.
Las tentativas de organizaciones sociales y congresistas del partido Demócrata fracasan una y otra vez, ante los intereses de muchos que ven en el comercio de las armas un lucrativo negocio.
Ya el 2018 concluirá con un lamentable saldo de muertes por armas de fuego, ojalá que no haya que esperar mucho para que los políticos norteamericanos, sobre todo los miembros del conservador partido Republicano, tomen conciencia de la necesidad de poner fin a esa espiral de violencia armada.