Por Guillermo Alvarado
En otro de sus súbitos cambios de tono, el polémico presidente de Estados Unidos, Donald Trump, volvió a sorprender a aliados y adversarios cuando anunció el retiro total de sus tropas de Siria y declaró unilateralmente derrotada a la organización terrorista Estado Islámico que opera en el país levantino.
En la actualidad hay unos dos mil efectivos del Pentágono en ese territorio, la mayor parte de ellos tropas especiales que participan en operaciones encubiertas o de entrenamiento a grupos armados irregulares, entre ellos las denominadas Fuerzas Democráticas Sirias compuestas por elementos kurdos y árabes.
No se sabe que ocurrirá a partir de ahora con esas tropas que han sobrevivido gracias a la ayuda estadounidense y de otras potencias occidentales, entre ellas Francia.
Un mensaje en la red de Twitter del presidente Trump señalaba que “¿Quiere Estados Unidos ser el Policía de Medio Oriente, sin recibir nada, sino gastando preciosas vidas y billones de dólares para proteger a otros que, en la mayoría de los casos, no aprecian lo que estamos haciendo?”.
La bravuconada del presidente fue matizada de inmediato por la vocera de la Casa Blanca, Sarah Sanders, quien dijo que el retiro marca una nueva fase en la campaña contra el Estado Islámico, lo que significa en otras palabras que no es el final de la ilegal intervención de sus tropas en Siria sino una transición, quizás hacia formas más sofisticadas y peligrosas.
Resulta útil recordar que los militares no regresan a casa, sino que se incorporan al contingente que está asentado en Irak, donde Washington tiene fuerzas y medios suficientes para atacar cuando quiera a tierra siria.
Entre algunas reacciones, el ministro de exteriores alemán, Heiko Maas, dijo que el repliegue unilateral de Estados Unidos pone en peligro los éxitos alcanzados hasta ahora contra la banda terrorista.
Vladimir Putin, presidente de Rusia, dijo que se trata de un paso correcto porque la presencia de tropas estadounidenses no es necesaria en Siria. Puntualizó el jefe de Estado ruso que el despliegue de los militares norteamericanos en el país árabe no fue aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU, ni tampoco ocurrió por invitación de Damasco, por lo que es ilegítima.
Quizás lo que se esconde detrás del brusco viraje de Trump sea algo más rupestre que una jugada de política internacional. El magnate inmobiliario sin duda alguna está sediento por sumarse al carro de la reconstrucción de Siria, un jugoso negocio del que no quiere perder su parte.
La guerra causó una gran devastación y levantar todo lo que fue destruido costará entre 250 mil y 400 mil millones de dólares, una suma cuantiosa en la que Estados Unidos estaría encantado de cortar una buena tajada.
Negocios son negocios, pensará el presidente, a pesar de que su país fue uno de los que más contribuyó a la devastación de una nación que jamás representó una amenaza para su seguridad.