Por Maria Josefina Arce
La llegada a la presidencia en Brasil en el 2019 del ultraderechista Jair Bolsonaro no augura un año nada fácil para los brasileños, dado el programa neoliberal que pondrá en marcha y que ya dejó entrever durante su campaña para los comicios de octubre pasado.
Privatizaciones y mayores ajustes fiscales parecen ser la esencia del programa de su gobierno, de acuerdo con el discurso del nuevo presidente que ha prometido “rescatar Brasil” y que con esa estrategia podría llevarlo a problemas mayores de los que enfrenta hoy.
La realidad es que Brasil ya había empezado a cambiar desde que el derechista Michel Temer accediera a la presidencia brasileña, mediante un golpe parlamentario en 2016 contra la mandataria Dilma Rousseff, elegida democráticamente en las urnas.
A partir de ese momento se fue a la presecución política de miembros del PT, Partido de los Trabajadores, y sobre todo del ex jefe de estado Luis Inacio Lula Da Silva, cuyos dos mandatos marcaron la diferencia en el gigante sudamericano.
Supuestos cargos de corrupción se esgrimieron contra Lula Da Silva para quitarlo de la carrera por la presidencia, dada su amplia ventaja sobre los demás candidatos, e impedir así la continuidad de nuevas transformaciones en la nación a favor de los sectores más humildes.
Precisamente estos sectores fueron los más dañados por la también política neoliberal implementada por Temer y su gabinete y que ahora quiere mantener y profundizar el nuevo presidente de Brasil.
Cerca de 28 millones de brasileños no tenían trabajo o laboraban parcialmenteen el segundo semestre del año recién concluido, lo que representa el 24,6 por ciento de la fuerza laboral del país, de acuerdo con el Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas.
La entidad señala que otro dato significativo es que también en ese periodo de tiempo batió un récord la cantidad de brasileños que buscaban trabajo desde hace dos años, con una cifra que rebasó los 3 millones de personas en esas condiciones.
El hecho es que la política económica y reformas del golpista Michel Temer llevaron al incremento de las tasas de pobreza, desempleo y desigualdad social en un Brasil que había logrado un liderazgo a nivel internacional bajo el mandato del Partido de los Trabajadores.
El congelamiento del gasto público por 20 años conllevó a recortes en la inversión social, entiendase salud, educación, ciencia y pensiones, y a un agravamiento de los condiciones de vida para muchos brasileños.
Un estudio de la Fundación Getúlio Vargas estimó que 23.3 millones de personas vivían bajo la línea de pobreza en Brasil a fines de 2017, una situación que podría empeorar en los próximos meses.
Es un hecho que el nuevo gobierno recibe un país complicado en materia económica y con una fuerte tensión social, aspectos que no parecen que mejoren en el 2019, pues el presidente Bolsonaro está decidido a seguir una línea neoliberal, que como sabemos ha demostrado su ineficacia para crear mejores condiciones de vida para los más pobres, pero si es muy eficaz a la hora de llenar las arcas de los más ricos.