Por: Guillermo Alvarado
El gobierno de la primera ministra británica, Theresa May, está prácticamente contra las cuerdas respecto al complejo divorcio con la Unión Europea, denominado comúnmente como “brexit” que será sometido a votación en el Parlamento el próximo martes en medio de mucha incertidumbre acerca de su aprobación.
Luego de negociar durante 17 meses las condiciones de la separación del Reino Unido del bloque continental, May logró por fin la firma de un acuerdo que causó gran disgusto entre las filas del partido Laborista, en la oposición, y también en no pocos de su misma formación política, los conservadores.
Buena parte del malestar surgió del hecho de que los términos del documento firmado entre Lóndres y Bruselas se mantuvieron durante mucho tiempo en reserva.
Cuando por fin se reveló el contenido del acuerdo, bajo la amenaza de acusar a la primera ministra de mentir al organismo legislativo, resultó que no satisfacía las aspiraciones ni de los que pedían un brexit duro, es decir cortar totalmente los vínculos con la Unión Europea, ni de quienes esperaban mantener los lazos comerciales y aduaneros.
Otro asunto es que al permanecer la República de Irlanda en el bloque regional, en tanto Irlanda del Norte se separa junto al Reino Unido, se crea de hecho una frontera física en esa isla, lo que molesta en gran manera a sus habitantes, habituados a circular libremente de un lugar a otro y practicar un activo comercio que se desarrolla sin ninguna restricción o barrera.
La situación fue tan tensa, que Theresa May decidió no someter el texto a la aprobación parlamentaria en diciembre de 2018 como estaba previsto, porque sería un sonoro fracaso y lo retrasó hasta el 15 de enero con la esperanza de ganar más adeptos o arrancar alguna concesión a su contraparte europea.
A pocos días de la votación, sin embargo, muy poco ha cambiado y las posibilidades de que el acuerdo sea aprobado son en realidad bastante pocas.
Para atizar más el fuego, la víspera la portavoz de la Comisión Europea, Mina Andreeva, dijo que el documento ya firmado es el mejor posible y que no existe ninguna oportunidad de revisarlo o modificarlo.
El líder de los laboristas, Jeremy Corbyn, dijo que sus representantes en el Parlamento votarán contra el acuerdo y si, como se prevé que ocurra, los diputados norirlandeses también se oponen, la señora May puede quedar fuera de combate.
Más aún, en caso de una derrota del gobierno, tanto laboristas como conservadores redujeron a solo tres días hábiles el plazo para que se presente un plan alternativo, en lugar de los 21 acordados con anterioridad.
El punto es que el 29 de marzo el Reino Unido debe salir de la Unión Europea, con acuerdo o sin él. Esta última circunstancia sería un desastre político y económico para Londres y obligaría a convocar elecciones anticipadas de muy negro pronóstico para la jefa de gobierno y su partido, que fue justamente el que propuso este ruinoso divorcio a la europea.