Por: Guillermo Alvarado
Aunque sobrevivió la víspera a una moción de no confianza en el Parlamento británico, la primera ministra, Theresa May, sigue sentada sobre un barril de pólvora luego de que la Cámara de los Comunes rechazó por una mayoría aplastante el acuerdo que había alcanzado con la Unión Europea para consumar el divorcio con ese bloque continental.
La jefa de gobierno tiene plazo hasta el lunes próximo para presentar una alternativa que concite la aprobación de los legisladores que votaron no al pacto, pero el abanico de opciones no es muy amplio y el tiempo corre en su contra.
Una posibilidad sería intentar otra votación con una versión ligeramente modificada del acuerdo, pero ello implicaría negociar contra reloj con las autoridades europeas, que hasta el momento han mostrado una actitud firme de rechazo a cambiar el texto.
Así lo reiteró el vocero del grupo, Margaritis Schinas, cuando dijo en rueda de prensa que el acuerdo de retirada aprobado por los 27 miembros y el Reino Unido no está abierto para una renegociación.
Además es improbable que la señora May pueda en tan corto plazo convencer a los diputados, ni siquiera a los de su propio partido, si se toma en cuenta la contundencia del rechazo, que fue de 432 votos en contra y 202 a favor, el peor que haya sufrido un gobierno británico en casi un siglo.
Quizás lo más sensato sea solicitar a Bruselas una ampliación del plazo para la salida del sistema europeo, que debe consumarse el 29 de marzo a las once de la noche, en el horario del meridiano de Greenwich.
A favor de esta alternativa hubo ya algunos pronunciamientos, entre ellos el del canciller de Austria, Sebastian Kurz, quien se mostró dispuesto a ganar tiempo, pero sólo si Londres tiene un plan creíble para solucionar el impasse.
Otras dos opciones, que Theresa May rechaza de plano, son la renuncia del gobierno y la convocatoria a elecciones anticipadas, o la celebración de un nuevo referendo sobre el brexit, como se conoce a la separación de la Unión Europea.
En todo caso, lo que está suficientemente claro en estos momentos es que la próxima jugada le corresponde al gobierno británico y que es el Consejo Europeo el que tiene la sartén por el mango y puede imponer condiciones para que las ventajas del divorcio queden en su lado.
Desde que inició este proceso, hace un par de años, se sabía que sería un camino tortuoso, lleno de sobresaltos y sin que nadie pudiera prever todas las consecuencias que traería a la larga.
Ahora para el Reino Unido se perfila en el horizonte una figura que nadie quiere, como es una separación sin acuerdo que puede desembocar en el caos comercial y político, con graves daños para Londres que perdería las ventajas de un mercado común y un régimen aduanero blando. Nada, amigos, que nadie sabe lo que tiene, hasta que corre el peligro de perderlo.