Por: María Josefina Arce
Bien conocida es la lista que anualmente emite Estados Unidos de países que supuestamente patrocinan el terrorismo. La engrosan como es bien sabido naciones que no gozan del agrado de Washington, que defienden su soberanía e independencia a cualquier costo y abogan por preservar la paz y estabilidad internacional.
Corea del Norte, Siria, Sudán e Irán forman parte de esa nómina que el país norteño emite unilateralmente, a su antojo y según sus intereses políticos.
Cuba, que durante tres décadas fue incluida por las distintas administraciones norteamericanas, está otra vez en la mira de la Casa Blanca, luego de que fuera excluida en 2015 por el entonces presidente Barack Obama.
Pero la administración del primer mandatario Donald Trump no ha cesado en sus constantes ataques contra la Mayor de las Antillas, y anunció en los últimos días que estudia la posibilidad de que el país caribeño sea reintegrado a la criticada lista.
Las razones esgrimidas ahora son su solidaridad con el legítimo gobierno de Venezuela, al que Estados Unidos no reconoce, desconociendo el mandato del pueblo ejercido en las elecciones de mayo pasado y en las que resultara ganador el presidente Nicolás Maduro.
No solo acrecienta Trump su política hostil hacia el pueblo cubano, sino que busca aislar más a Caracas y provocar una intervención militar, pues el petróleo venezolano es demasiado atractivo.
Asimismo plantea que el archipiélago ha continuado brindando su apoyo al insurgente Ejército de Liberación Nacional de Colombia. La Habana ha dejado clara su postura como país garante y sede del interrumpido proceso de negociaciones entre esa fuerza rebelde y el gobierno que encabeza Iván Duque.
Cuba no ha incumplido ninguno de los protocolos establecidos, y en todo momento ha mantenido una actitud respetuosa y responsable, consciente de la importancia que reviste para el pueblo colombiano el avance de las negociaciones entre los guerrilleros y las autoridades de Bogotá.
La actitud cubana quedó demostrado cuando también fue garante y sede del diálogo entre la otrora guerrillera Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo y el gobierno del entonces presidente Juan Manuel Santos, y que culminó con la firma de un necesario acuerdo de paz.
Los supuestos ataques sónicos contra diplomáticos norteamericanos en La Habana es otro de los manidos argumentos, aunque no se ha encontrado prueba alguna que sustente esa tesis de Washington.
Sin embargo, a la administración de Trump no le importa la verdad, ni la realidad, se inventa razones y ficticias situaciones. Su interés es acrecentar las acciones contra Cuba, a la que busca también desestabilizar con falsas acusaciones y la intensificación del genocida bloqueo económico, comercial y financiero, 27 veces rechazado por la comunidad internacional.
Pero todos conocen el doble rasero de Estados Unidos en aspectos sensibles como los derechos humanos y el terrorismo. Mientras con su habitual prepotencia se erige en juez mundial, ha dado refugio a terroristas como Luis Posada Carriles, ampliamente conocido por sus acciones criminales contra el pueblo cubano, y desata guerras por el planeta, que no son más que una muestra de terrorismo de estado.