Por: Roberto Morejón
Las recetas utilizadas por Estados Unidos y sus aliados de la belicista OTAN contra Libia en 2011 tienen semejanzas con las utilizadas para derrocar al presidente constitucional de Venezuela, Nicolás Maduro.
Analistas trazaron un paralelo entre los acontecimientos en los dos países para lograr el cambio de régimen, en violación del Derecho Internacional.
La Asamblea Nacional opositora, en desacato, de Venezuela intenta junto a su titular Juan Guaidó, autoproclamado “presidente encargado” de la nación, ejercer el mismo papel que el llamado Consejo de Transición en Libia, reconocido por Estados Unidos y Europa, a pesar de su inhabilidad.
La oposición al gobernante Muamar Gadafi ignoró la competencia estatal y creó un órgano paralelo ilegal, como hizo después Guaidó, el hombre de Washington en Caracas.
O sea, el método de establecer gobiernos paralelos es antiguo en el arsenal estadounidense para promover la desestabilización en otros países.
También resultan gastadas las sanciones financieras y diplomáticas, como las aplicadas a Libia.
Occidente congeló las cuentas por más de 200 mil millones de dólares de Libia, sancionó a miembros del gobierno y embargó activos nacionales en busca de la asfixia económica y ablandarla económicamente antes de los bombardeos aéreos.
Las más recientes penalizaciones contra la empresa estatal venezolana PDVSA y la virtual incautación de su filial Citgo en Texas, señalan al país sudamericano como una reedición de las maquinaciones anti-libias.
Al igual que hizo con el autodenominado Grupo de Lima con respecto a Venezuela, años atrás Estados Unidos cercó diplomáticamente a Gadaffi. El propósito ha sido presentarlos en total aislamiento.
Campañas de prensa insistieron tanto sobre Libia como Venezuela en que los gobiernos respectivos carecían de apoyo popular y violaban los derechos humanos.
El rejuego con la ayuda humanitaria también se manejó en ambas crisis, partiendo de asociar donativos a intervenciones extranjeras, sin la aprobación del país receptor.
NO por casualidad, Libia y Venezuela poseen grandes riquezas naturales codiciadas por las potencias. Para apoderarse de los tesoros libios, Washington y sus asociados apelaron a la violencia de Estado y derrocaron a Gadafi sin importarles convertir a la nación en un territorio devastado por los clanes armados, causantes de cinco mil muertes y la huida de un millón de personas.
Si se consumara la fórmula de Libia en relación con Venezuela, serían responsables por su alto costo humano y material tanto Estados Unidos como los que le hacen el juego.