Por María Josefina Arce
Nada hay más hermoso y alentador que la risa de un niño. Y lograr ese momento de incalculable valor y esperanza buscan los llamados payasos terapéuticos que llevan su arte a diversos lugares, pero en especial a los hospitales infantiles.
Amor y ternura dejan a su paso, que es esperado por todos, por los infantes que olvidan por momentos su enfermedad y por los familiares que agradecen profundamente ver la felicidad en el rostro de ese ser tan querido.
En Cuba ha ido ganando terreno esta iniciativa, que se apoya en los juegos y la risa para aliviar al enfermo y brindar otra perspectiva de la vida a quienes en muchas ocasiones han pasado largos períodos de su corta vida en centros de salud.
Está probado que la risa ayuda a llevar una existencia más sana, potencia nuestro sistema inmunitario, fortalece el corazón y alivia el dolor, pero sobre todo nos ayuda a vencer los miedos y a enfrentar la vida con más decisión y optimismo.
Y aunque no cura si potencia otra actitud ante el tratamiento que se aplica, de ahí que se busque una total complicidad y confianza entre el enfermo y el payaso que se convierte en un acompañante de juego para mejorar el estado de ánimo y calidad de vida de los niños.
Desde 2013 en el archipiélago se realizan talleres de formación de los también llamados narices rojas, que hoy son más de 200 y que el pasado año en el Cardiocentro Pediátrico William Soler celebraron su primer congreso.
Presente en el país caribeño desde hace 20 años esta iniciativa tuvo su inicio en la ciudad de Santiago de Cuba, para luego trasladarse a La Habana y Matanzas. En la actualidad se cuenta con un Grupo de Payasos Terapéuticos en 11 de las 15 provincias.
La terapia a través del arte, el juego y la risa ha mostrado su valía. La psicóloga Giselle Álvarez, del Centro Psicopedagógico Benajmín Moreno, en La Habana, asegura que la animación con payasos incide positivamente incide positivamente en personas internadas con discapacidad intelectual, como actividad de estimulación sensoria-motriz, que mejora algunos procesos psicológicos y de comportamiento.
En la actualidad no solo los pequeños se benefician de este tipo de terapia. Los payasos terapéuticos llevan también su arte a hogares de ancianos, hospitales psiquiátricos e institutos y hospitales para adultos con enfermedades crónicas.
De sensibilidad, amor y solidaridad está llena la labor de los llamados narices rojas, que con su arte ayudan a muchos niños y adultos a luchar, a no rendirse y a ver la vida con otro prisma, con esperanza y optimismo.