Por: Guillermo Alvarado
Terminó un fin de semana tenso en las fronteras terrestres y marítimas de Venezuela sin más incidentes que las fallidas escaramuzas en el lindero con Colombia, donde las menguadas tropas de Juan Guaidó les fallaron a sus jefes en montar una provocación que sirviese de pretexto para lanzar la fuerza militar contra la Patria de Bolívar.
Ya que las imágenes valen más que mil palabras, quedó abundante testimonio gráfico del comportamiento profesional y serio de las fuerzas de defensa y seguridad bolivarianas, en comparación con el vandalismo de los guarimberos, que no dudaron incluso en quemar dos de los camiones cargados con la supuesta “ayuda humanitaria” que pretendían hacer cruzar por la fuerza.
Hubo, eso sí, comportamientos patéticos en torno a esta mascarada, uno de ellos protagonizado por Guaidó, que por cierto pudo vivir en carne propia su poca capacidad de convocatoria.
A media mañana del sábado publicó un exaltado mensaje por las redes sociales donde proclamaba el ingreso de camiones con la cacareada, y nunca solicitada, ayuda desde Brasil, algo que sólo ocurrió en su imaginación, quizás un poco recalentada por el calor de Cúcuta.
Más triste fue el papelazo de Pablo Casado, jefe del Partido Popular español, quien acusó directamente al presidente Nicolás Maduro por la quema de los dos camiones en la frontera colombo-venezolana, cuando toda la evidencia señala que, primero, el hecho ocurrió del lado de Cúcuta y, segundo, los autores fueron jóvenes violentos.
¿Mal informado el señor Casado?, o ¿mal intencionado? Quizás las dos cosas creo yo y ojalá que sus colegas políticos de la Unión Europea tengan un poco más de decencia, sentido común e inteligencia.
Otro fiasco lo vivieron los grandes medios de comunicación, que fueron a filmar “la caída” del gobierno bolivariano y regresaron con las mochilas vacías o llenas de mentiras para servirlas a su incauto auditorio.
También se quedaron con las ganas los presidentes de Colombia, Iván Duque, y de Chile, Sebastián Piñera, de entrar cual nuevos conquistadores a territorio de Venezuela mientras, según ellos, el chavismo caía a sus pies como castillo de papel.
Este peligro pasó, pero sería de una gran ingenuidad pensar que la comedia terminó. Nuevos capítulos, sin duda más peligrosos, vienen en camino sobre todo ahora que ya quedó demostrado que el hombre de paja de Washington, el señor Juan Guaidó, no es la figura que les hace falta y tendrán que buscar nuevas alternativas.
En este camino van las amenazas proferidas por el secretario norteamericano de Estado, Mike Pompeo. Tampoco se debe olvidar que en el ínterin, el Pentágono aprovechó para adelantar sus peones en el Caribe y América del Sur, donde ya tiene asentadas numerosas bases militares muy bien pertrechadas, de manera particular en Colombia, y que restan activas otras en Panamá.
Sin echar ninguna campana al vuelo, es bueno constatar que el golpe de Estado “humanitario” fracasó, que la Fuerza Armada Bolivariana no se fragmentó y permanece unida y sólida, junto al gobierno y las fuerzas populares y que la patria de Chávez resistió una vez más al embate de sus enemigos.