Por; Guillermo Alvarado
Guatemala, Honduras y El Salvador forman lo que se ha venido a llamar el “triángulo norte centroamericano”, una de las regiones más pobres del continente solo por detrás de Haití y el principal emisor de migrantes indocumentados hacia Estados Unidos desde la segunda mitad del siglo pasado.
Que la migración es tan vieja como la pobreza y la violencia es una verdad de perogrullo, pero hay quienes no alcanzan todavía a comprenderlo, entre ellos el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, lo que resulta un tanto extraño si se toma en cuenta que algunos miembros de su familia llegaron a la nación norteña en busca de oportunidades.
El caso es que, irritado por el anuncio de nuevas caravanas compuestas por ciudadanos centroamericanos que atraviesan el territorio de México para llegar a la frontera norte, el excéntrico presidente anunció la suspensión de toda la ayuda financiera a los países del triángulo.
No es que sea una contribución generosa la que hace Washington a esta área porque se ha venido reduciendo en los últimos años y en el presupuesto de 2019 hubo un drástico recorte de casi el 40 por ciento a estos fondos.
Así pues, Guatemala recibiría 69,4 millones de dólares; Honduras tenía programada una ayuda de 65,8 millones; y El Salvador obtendría 45,7 millones, cifras a todas luces insuficientes para las enormes necesidades que existen en la zona.
Pero bueno, del lobo un pelo y es verdad que en Guatemala, por ejemplo, la mayor parte de pequeños y medianos proyectos de desarrollo social, comunitario, campesino, o para micro empresas, se obtiene por medio de organizaciones vinculadas con la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional, USAID.
De esta manera se mantienen bajo estricto control e incluso se les da un sesgo ideológico a estos programas bajo el viejo principio de que, el que paga, manda.
Ahora el presidente Trump ordenó suspender toda esta pequeña ayuda y el secretario norteamericano de Estado, Mike Pompeo, inició el procedimiento para informar al Congreso de la medida, que va en sentido contrario a lo que se requiere.
Con unos cuantos millones de dólares de ayuda, de los que una buena parte se quedan en el camino en trámites y salarios de los mismos funcionarios estadounidenses que los habilitan, ninguno de estos tres países conseguirá el desarrollo y salir de la pobreza, pero siempre había alguien que se beneficiaba.
Me pregunto cómo se sienten hoy los gobiernos de Honduras y Guatemala, que con tanta presteza han seguido las instrucciones de la Casa Blanca en temas, por ejemplo, como reconocer al usurpador Juan Guaidó en Venezuela o cerrar el cerco contra ese país, poniéndose de espaldas a los intereses de toda la región.
Guatemala fue el segundo, después de Estados Unidos, en trasladar a Jerusalén su embajada en Israel, violando de esa manera acuerdos internacionales y poniendo una piedra más sobre las espaldas del sufrido pueblo palestino.
Una lección interesante para estos gobernantes: ni la traición paga, ni Estados Unidos tiene amigos, solo tiene intereses.