Por María Josefina Arce
Setenta años después, la OTAN, Organización del Tratado del Atlántico Norte, regresa a Washington, capital de Estados Unidos donde se gestó ese bloque militar asociado a guerras e intervenciones en diversas latitudes del planeta.
La OTAN exhibe un historial de violaciones de derechos humanos, al intervenir en otras naciones con el pretexto de ayuda humanitaria, en un intento por esconder sus verdaderos objetivos políticos y económicos.
Larga es la lista de los países que han sufrido la intromisión de Estados Unidos y el bloque militar. La antigua Yugoslavia es un ejemplo de ello. En 1999, en pleno siglo 20, fue objeto de intensos bombardeos por las fuerzas del bloque belicista.
El pretexto empleado fue acusar al gobierno yugoslavo de efectuar una limpieza étnica entre la población albanesa de Kosovo y la supuesta crisis humanitaria creada por las fuerzas gubernamentales.
De acuerdo con las estadísticas, entre abril y junio de ese año fueron asesinadas unas 2 500 personas, mientras que otras 10 000 resultaron heridas. El crimen no fue nunca denunciado por el Consejo de Seguridad, manipulado por Estados Unidos.
Los analistas señalan que además de emplear el pretexto de una crisis humanitaria, los invasores se dan a la tarea de tergiversar las figuras de los dirigentes de las naciones en la mira.
En Libia, como en otros estados, se cumplieron esos parámetros. Se satanizó al presidente Muamar Khadafi, quien según muchos recuerdan habían conducido al país a ser el más próspero de África en el momento de la criticada operación de la OTAN en 2011.
La realidad es que como en otras naciones las tropas ocupacionistas hicieron más en contra de los derechos humanos que a su favor y fueron de inmediato a un cambio de régimen, su objetivo real.
A solo siete meses de la intervención de la Organización del Tratado del Atlántico Norte en territorio libio ya habían fallecido al menos120.000 ciudadanos por ataques y bombardeos.
Contra Irak se escudarían Estados Unidos y sus aliados europeos en la supuesta existencia de armas de destrucción masiva y la lucha contra el terrorismo, tras los atentados de septiembre de 2001 contra objetivos en suelo estadounidense.
Era como quedó evidenciado solo un intento por justificar sus apetencias por el petróleo iraquí y la urgencia de eliminar al presidente Saddam Hussein. La invasión, no aprobada por la ONU, solo ha sumido al país árabe en el caos y la inestabilidad.
Para Daniel Kovalik, abogado y defensor de Derechos Humanos Internacionales en la universidad norteamericana de Pittsburg, los países occidentales y sus transnacionales ven en este caos oportunidades para obtener más dominación y ganancias.
En el caso de Libia, asegura el experto, Occidente entra y lo bombardea, y luego lleva compañías que le cobran a ese país por reconstruirlo.
La amplia lista de crímenes de Estados Unidos y sus aliados occidentales, agrupados en la OTAN, durante 70 años no merece una celebración y, menos en la jornada en que se cumplen 51 años del asesinato de Martin Luther King, quien tanto luchó por los derechos civiles de los afronorteamericanos, en contra de la pobreza y se opuso a la intervención de Estados Unidos en Vietnam.