Por: Guillermo Alvarado
Tras dos años y casi once meses de ocupar el cargo, Theresa May renunció formalmente como primera ministra del Reino Unido y líder del partido Conservador, sin avanzar en lo mínimo en lo que consideraba como su principal tarea: consumar el divorcio con la Unión Europea.
La segunda mujer en dirigir al gobierno británico, luego de Margaret Thatcher, de ingratos recuerdos, la señora May se convirtió en otra víctima del bréxit, como se conoce al proceso de cortar los nexos con el bloque continental, un divorcio bastante oneroso hasta la fecha.
El primero en caer fue David Cámeron, quien renunció al conocerse los resultados del referendo que él mismo convocó para conocer la opinión de los ciudadanos acerca de la permanencia o no en el grupo europeo.
Theresa May lo sucedió en el puesto, pero no logró avanzar más allá de negociar un acuerdo con Bruselas, que nunca fue aprobado en el Parlamento, un poco por sus mismos errores, y otro por la erosión que el tema provocó en su partido.
Ahora toca elegir a su sucesor entre 10 candidatos en un proceso muy singular. Primero, todos deben ser miembros del Partido Conservador, que es el que está en el poder, y para formalizar sus aspiraciones debieron mostrar el apoyo de al menos 8 parlamentarios de esa formación.
La etapa siguiente ocurrirá el jueves 13, cuando serán eliminados los que tengan menos de 17 votos y una semana después, el 20 de junio, saldrán de la contienda quienes no alcancen el apoyo de 33 parlamentarios.
Se continúa así hasta dejar dos candidatos que se someterán a votación, solo dentro del partido Conservador, el 22 de julio cuando se conocerá al nuevo primer ministro. Durante todo ese período la May continúa al frente del gobierno, pero sólo para asuntos administrativos.
Hasta ahora el principal aspirante al cargo es el ex ministro de Relaciones Exteriores, Boris Johnson, un personaje controvertido, amigo de Donald Trump, favorable al brexit duro y a no pagar ninguna compensación a la Unión Europea por la separación.
El 31 de octubre vence el plazo que Bruselas dio a Londres para decidir que hace, si se marcha sin acuerdo o con él, o da marcha atrás, por lo que el nuevo jefe de gobierno tendrá muy poco tiempo para negociar y no sería extraño que también fuese devorado en un proceso que parece tener una maldición implícita.
El temor de la gente es que mientras tanto temas medulares, como la salud, educación, pobreza y otros, queden en segundo plano como ocurrió durante el período de May, que se retiró como una de las peores gobernantes del Reino Unido, al grado de que algunos califican la historia de su administración como una página en blanco.